domingo, 11 de septiembre de 2011

II Leyes y adaptación



¿QUÉ ES UNA LEY NATURAL?

“¿Qué es una ley? Es un vínculo constante entre un antecedente y un consecuente, entre el estado actual del mundo y su estado inmediatamente posterior” Henri Poincaré (“El valor de la ciencia”)

Podemos decir que una ley natural es el vínculo invariante entre causas y efectos, o entre estímulo y respuesta. Si nuestro mundo careciera de tales regularidades, sería imposible conocerlo, ya que sería imposible hacer predicciones respecto del comportamiento futuro de cualquiera de sus partes.

La ciencia es la rama del conocimiento que tiene como objetivo el estudio de las leyes naturales, las que revisten un carácter invariable en el espacio y en el tiempo. Si bien es notorio y evidente el cambio existente en nuestro planeta y en nuestro universo, se supone que el cambio está regido por leyes invariantes. Así, los astrónomos extrapolan las leyes descubiertas en la Tierra y las aplican a grandes distancias y a lejanas épocas del pasado, sin perder validez.

Sin embargo, las expresiones de las leyes que descubren los científicos están sujetas a cambios. Por ello decimos que la descripción de la ley natural invariante es la ley natural humana, sujeta a cambios, ya que se aproxima a aquélla en forma paulatina, en el acercamiento a la verdad.

Debido a que no es posible conocer con precisión simultánea la posición y la cantidad de movimiento de una partícula atómica, según el principio de indeterminación, se dudó de la validez de la causalidad en los fenómenos naturales. Sin embargo, ello no implica que el vínculo causal no se cumpla, sino que no podemos determinar completamente las condiciones iniciales, o causa inicial.

En el mundo atómico aparecen leyes que sólo establecen probabilidades para la ocurrencia de eventos, pero, aún así, podemos seguir con nuestra definición previa, sólo que la ley natural podrá ser tanto determinista como probabilista.

La imagen matemática de una ley natural es una función que vincula dos o más variables ligadas por el mencionado ente matemático. La definición matemática nos exime de planteos filosóficos de difícil solución.


LA PRESIÓN DE LAS LEYES

“El universo entero está sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha concebido, meditado y sancionado esta ley: desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles, aunque se escapara a los suplicios impuestos por los hombres” Marco Tulio Cicerón (“Tratado de la República”)

Las distintas leyes naturales nos presionan, mediante “premios y castigos”, a adoptar ciertas actitudes en lugar de otras. Incluso podemos decir que el sufrimiento es una medida del grado de desadaptación existente respecto del orden natural. Por lo que la felicidad habría de ser una medida del grado de adaptación al mismo.

Por alguna razón, seguramente previendo ventajas adaptativas, la evolución proveyó a los hombres de dos impulsos que nos llevan a dos tendencias contradictorias: cooperación y competencia.

Para asegurar la supervivencia del individuo, estamos dotados de cierto espíritu competitivo, tratando de superar a los demás y a no ser superados por éstos, mientras que, para asegurar la supervivencia del grupo social, estamos dotados de cierto espíritu cooperativo, que nos lleva a tratar de favorecer a los demás, excluyendo todo tipo de competencia.

Quizás el éxito de nuestra adaptación cultural responda a la elección de la proporción óptima de competencia y cooperación que deba integrar nuestra actitud característica. Quizás ese éxito sea logrado cuando sepamos encauzar nuestro espíritu competitivo en una competencia personal con cada uno de nosotros mismos; una competencia que nos llevará a tratar de ser más cooperativos que los demás.

Generalmente, cuando se dice que el hombre debe tratar de dejar de ser competitivo, se piensa en el que compite exitosamente, pero pocas veces se piensa en el que compite sin éxito, y que vive deseando el fracaso de los demás o ambicionando una sociedad igualitaria en donde se vea liberado de la envidia que invalida día a día su existencia.


UNIVERSALIDAD DE LAS LEYES

“Galileo empleó su telescopio (importado de Holanda) para observar las sombras proyectadas por los montes de la Luna. Al correlacionar la dirección de las sombras con la dirección de la luz solar, Galileo pudo afirmar que las leyes que producen la sombra eran las mismas en la Luna y en la Tierra” Abdus Salam (“La unificación de las fuerzas fundamentales”)

Existe una creencia, bastante generalizada en los ámbitos intelectuales, de que no es admisible hablar de una “verdad universal”, ya que sólo existirían verdades de validez sectorial o temporal. Esta postura se conoce como “relativismo cognitivo”.

En el ámbito de la ciencia, por el contrario, desde las épocas de Galileo, se acepta la validez universal de las leyes naturales. En el caso de la física, la palabra “universal” no sólo significa que tienen validez en todo el planeta, sino en todo el universo conocido. Al menos hasta ahora ha sido así.

Este contraejemplo resulta suficiente para invalidar la creencia mencionada. Además, como la química se fundamenta en la física (del átomo, principalmente), “hereda” de ésta tal universalidad. Lo mismo podemos decir de la biología respecto de la química, e incluso de la medicina respecto de la biología. Por lo que la validez universal de las descripciones científicas es bastante general.

Como ejemplo de ley física podemos mencionar la ley de Newton de la dinámica, que es la siguiente:

Fuerza = Masa x Aceleración

Esta ley, descubierta en el siglo XVIII, se sigue estudiando en todo el planeta debido a su elevado grado de adaptación al mundo físico. Sin embargo, como toda ley científica, tiene su propio campo de aplicación. Ello implica que resulta aplicable sólo en fenómenos físicos en los que las velocidades de desplazamiento son bastante inferiores a la velocidad de la luz y la cantidad de acción involucrada es bastante mayor a la asociada a la constante de Planck. Si no se tienen en cuenta tales restricciones, aparecerán diferencias apreciables entre teoría y experimentación.

Debido a que el comportamiento ético del hombre constituye un tema de investigación de la psicología, de la neurociencia y de otras ciencias que describen al ser humano, los resultados obtenidos (acertados, o no) tendrán también validez general, ya que el error producido depende de la diferencia existente respecto de las propias leyes naturales a describir. Por estas razones, quedaría excluido el relativismo moral, ya que deriva en forma directa del relativismo cognitivo.


ACTITUD ADAPTATIVA

"El estoicismo prepara las bases filosóficas para el futuro Imperio Romano y la futura cristiandad” Roger Labrousse (“Introducción a la Filosofía Política”)

La idea de adaptarnos a la naturaleza, y a sus leyes, viene desde mucho tiempo atrás. Es conveniente tener presente la evolución de esta idea para magnificar las conclusiones que obtengamos en el presente.

Los filósofos griegos reunidos en el Pórtico (stoa) se conocerán como los “estoicos”. Sugieren vivir en armonía con la naturaleza. Adaptarse y resignarse será el acto más razonable y justo que el hombre pueda hacer. Marco Tulio Cicerón, el político romano, previene acerca del castigo impuesto por las leyes naturales en caso de ser desobedecidas.

Posteriormente, Cristo sugiere adaptarnos a la ley natural al decirnos “Busca el Reino de Dios y su justicia….”, ya que es la decisión más importante que puede el hombre adoptar. Esta vez no se acepta la actitud fatalista de los estoicos, sino que se observa la posibilidad de adoptar decisiones que proporcionarán al hombre una vida plena y feliz.

Durante el siglo XVII, aparece la “Ética” de Baruch de Spinoza, en donde se encuentra una exposición organizada de las distintas emociones y afectos reunidos en forma axiomática. Puede decirse que fortalece la ética cristiana. En el siglo XX Pierre Teilhard de Chardin establece el principio de complejidad-conciencia, que le da un marco general al proceso evolutivo ya que involucra también la vida inteligente.

Finalmente, a partir del concepto de “actitud”, utilizado en Psicología Social, es posible enfocar nuestro interés en las cuatro actitudes básicas del hombre. Este concepto habrá de ser afianzado, seguramente, por los futuros descubrimientos en neurociencia, si bien es accesible a la observación directa del comportamiento individual y social.

Teniendo presente el principio de complejidad-conciencia, el cual indica una tendencia del universo hacia el logro de mayores niveles de complejidad y mayores niveles de conciencia, observamos la predicción de una última etapa en la cual existirá una creciente espiritualización de la humanidad. El camino hacia esa espiritualidad estará asociado al hecho de que el hombre se hace conciente del lugar que ocupa en el universo, por lo que, simultáneamente, adquiere un mayor grado de adaptación al mismo.

Para que ocurra esta plena adaptación habrá de existir cierta información disponible y accesible al ciudadano común. De ahí que es posible que tal información esté vinculada a las cuatro actitudes básicas del hombre, es decir, amor, odio, egoísmo y negligencia. Bajo este simple esquema, es posible que el hombre adquiera, bajo introspección psicológica, o sociológica, la información necesaria para el establecimiento de la etapa de elevada espiritualidad prevista en la visión de Teilhard de Chardin.


AZAR Y FINALIDAD

“Monod subrayó la improbabilidad de la vida y la mente y el papel preponderante del azar en su surgimiento, y por ende la falta de designio en el universo, su absurdo y su carencia de sentido. La manera en que interpreto los mismos hechos es diferente. Le doy el mismo papel al azar, pero actuando dentro de un conjunto tan estricto de restricciones que obligatoriamente debe producir la vida y la mente, no una sino muchas veces. A la famosa frase de Monod «El universo no estaba preñado con la vida, ni la biosfera con el hombre», yo respondo: «Falso. Sí lo estaba»” Christian De Duve (“Polvo vital”)

Aun dentro del ámbito de la ciencia, existen diversas posturas en cuanto a si la vida tiene sentido, o bien, por surgir del azar, carece de toda finalidad. Aunque tal sentido, en el caso del hombre, debería ser buscado en forma individual y subjetiva.

Las distintas especies biológicas, incluido el hombre, han aparecido bajo un proceso en el cual el azar es un elemento esencial para establecer la diversidad biológica, ya que tanto las mutaciones como la mezcla sexual están asociadas a procesos fortuitos. De ahí que se supone que no tiene sentido hablar de una finalidad concreta de la vida, ni tampoco de la humanidad.

Podemos hacer una analogía respecto del proceso en que aparece la vida comparándolo con el que permite la fabricación de resistencias eléctricas (que se utilizan en los circuitos electrónicos). Para lograr una producción económica, de una gran variedad de valores posibles, podemos emplear el método de la generación al azar y de la selección posterior.

Así, fabricamos una gran cantidad de resistencias con valores óhmicos desconocidos y aleatorios. Luego, con un instrumento de medición, seleccionamos los valores comerciales buscados, y los agrupamos en contenedores apropiados, desechando las resistencias que estén lejos de los valores buscados. Esto significa que hemos logrado, por selección, establecer cierto orden y cierta finalidad (tal la de lograr los valores comerciales requeridos).

Esta idea puede aplicarse a la producción de variedades animales y vegetales. Mediante las radiaciones cósmicas, por ejemplo, se altera, al azar, una parte del código genético que viene en las moléculas de ADN. Luego, el propio medio en donde la vida se desarrolla, aceptará el cambio (si produce una mejora adaptativa) o lo rechazará si empeora tal nivel (respecto de las generaciones anteriores). De ahí que es posible hablar de cierta finalidad en este proceso, tal la de lograr mayores niveles de adaptación. El error frecuente consiste en asociar toda ausencia de finalidad a lo que es producido por el azar.

Este proceso puede denominarse “creación indirecta” (evolutiva) en contraste con la “creación directa” (como supone la Biblia). Así como el fabricante de resistencias previó la finalidad deseada, podemos decir que el propio orden natural ha “previsto” el logro de la finalidad mencionada.


DETERMINISMO Y DESTINO

“En un mundo regido por una serie de milagros sucesivos, obra de un dios irracional sujeto a súbitos antojos, nos veríamos forzados a esperar cada nueva catástrofe en un estado de pasividad” Norbert Wiener (“Cibernética”)

Si suponemos que el hombre no es libre, sino que, haga lo que haga, elija lo que elija, cada acontecimiento de su vida vendrá determinado por el Dios que influye en los hechos cotidianos, estamos considerando la existencia de un destino previo, o de un fatalismo. Si los efectos no dependen de las causas que los producen, estaríamos en presencia de un mundo sin leyes naturales.

El fatalismo conduce al hombre a la inacción, puesto que los resultados de sus actos no dependerán de su propia elección. La noción de destino supone una existencia humana gobernada «desde fuera» por una fuerza sobrenatural. Se denomina providencia si el destino es feliz; fatalidad, si es desdichado.

De todos aquellos atributos que poseemos los seres vivientes, y que nos permiten lograr una aceptable adaptación al medio en que vivimos, quizás el más importante sea nuestra capacidad para poder prever los acontecimientos que ocurrirán en un futuro inmediato, incluso en un futuro lejano en el caso del hombre. Para ello, a partir del conocimiento del estado del presente y de la ley natural respectiva, podremos determinar el estado del futuro.

Determinismo = Condiciones iniciales + Ley natural causal

De la validez de la relación anterior podemos extraer que nuestro grado de adaptación al orden natural progresará a medida que conozcamos mayor cantidad de leyes naturales. En ello ha de consistir nuestra “adaptación cultural”, como una prolongación de la adaptación biológica. Luego, la “cultura” de un pueblo estará ligada al conocimiento del mundo en que vivimos.


LIBERTAD

“Seamos esclavos de la ley para que podamos ser libres” Marco Tulio Cicerón

Cuando dirigimos nuestro automóvil respetando rigurosamente las reglas de tránsito, nos da la sensación de que necesitamos menor cantidad de esfuerzo, tanto físico como mental, que si nos moviéramos infringiéndolas. Es un caso similar a decir siempre la verdad, ya que si dijésemos mentiras, tendríamos que simular expresiones del rostro además de tener una excelente memoria para no delatarnos en el futuro.

Ignorar las leyes naturales, ignorando la propia realidad, lleva implícita cierta desadaptación esencial que tarde o temprano nos hará chocar contra ella. Podemos decir que seremos libres en cuanto podamos regirnos por las leyes naturales, una vez que las conozcamos plenamente, o que seamos conscientes de su existencia.

Generalmente asociamos la libertad a la felicidad y la esclavitud a la infelicidad; la felicidad proviene de la virtud y la infelicidad del defecto.

Mientras mejor resolvamos nuestros problemas cotidianos y mientras más simple sea nuestra vida, mayor cantidad de tiempo dispondremos para permitir que nuestra mente razone con libertad. Generalmente se dice que cierta persona tiene la ventaja, sobre otras, de no tener problemas y que por ello puede pensar con libertad. Pero pocas veces se dice que esa persona, justamente, tiene la habilidad para no meterse en problemas.

En cuanto a la libertad de elección, o libre albedrío, podemos decir que el hombre viene determinado parcialmente por cierta influencia, a través de la información recibida desde las etapas iniciales de su vida. De ahí que podrá ser libre en cuanto en su mente predomine la información verdadera, o la concordante con las leyes naturales, o bien podrá ser esclavo de la realidad en cuanto en su mente predomine la información errónea, o cuando ignore la verdad.

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