domingo, 11 de septiembre de 2011

VII Religión



LA IDEA DE DIOS

“Creer en Dios es anhelar que le haya y es, además, conducirse como si le hubiera” Miguel de Unamuno (“Del sentimiento trágico de la vida”)

Cuando pensamos en nuestro universo, con sus complejidades y su grandeza, la primera idea que se nos ocurre es que todo ello no fue creado por el hombre. Como consecuencia, atribuimos el nombre de Dios al personaje imaginario que lo hizo todo. Quizás no exista una idea más simple que la idea de Dios.

En nuestros intentos por comprender el funcionamiento y el sentido del universo, tratamos de interpretar la voluntad de ese ser superior, incluso suponiendo que lo dirige desde alguna parte.

Respecto de la existencia, o no, de Dios, Blaise Pascal estableció una comparación entre dos hipotéticas formas de apostar. En un caso apuesta a favor de la existencia del Dios bíblico y de una vida eterna. Tal aceptación implica realizar una vida virtuosa y, en caso de que no exista la vida posterior, al menos llevó una vida buena. Por el contrario, si apuesta a favor de la no existencia del Dios bíblico y de una vida posterior, llevará una vida desordenada siendo posible la pérdida del ingreso a la vida eterna si es que ella en realidad existe. Por lo que conviene apostar a favor de la creencia.

Hay quienes afirman, teniendo presente un punto de vista “económico”, que si existe una vida eterna, nuestra propia vida “terrestre” ha de ser devaluada, mientras que si no existe esa vida posterior, nuestra vida actual será mucho más valorada. De ahí que la necesidad de dejar rastros de nuestra existencia será una importante motivación para realizar la acción respectiva.

Desde el punto de vista de nuestras decisiones, podemos decir que en el mundo ya existe una ley natural que permite que podamos ir, o no, a una vida eterna. No depende de nuestras creencias que el universo funcione como lo hace. Lo que sí depende de nosotros es la posibilidad de elegir, entre varios, el camino hacia esa posible vida posterior. Como el camino de la inmortalidad es el mismo que el de la felicidad, según lo que propone el cristianismo, entonces estaría resuelto nuestro problema.

Cuando a Albert Einstein le preguntan si cree en Dios, responde que primeramente le tienen que definir qué entienden por “creer en Dios”. Y esto es admisible por cuanto hay quienes lo imaginan como un ser humano, atribuyéndole subjetivamente varios atributos, mientras que otros consideran que Dios es el propio ordenamiento natural.


FE RELIGIOSA

“Pero si no hubiera tal eternidad mi fe en el mundo recibiría un golpe peligroso. ¿Podría concebirse que el mundo evolucione durante miles de millones de años hasta originar la vida espiritual, consciente de sí misma….para que dicha vida vuelva a caer al fin nuevamente en la nada? Todo mi ser se rebela contra tal hipótesis, que rebajaría y reduciría a un absurdo al mundo en el que tan firmemente creo” Ignace Lepp (“La nueva Tierra”)

La fe de tipo religioso es la confianza básica que los hombres tenemos respecto de Dios. Pensamos que, si somos importantes en el universo, precisamente por ser los únicos seres conscientes de nuestra existencia, e incluso del Creador, suponemos que tendremos la posibilidad de alcanzar un aceptable grado de felicidad.

Desde el punto de vista científico, observamos la existencia de leyes naturales invariantes, de las cuales esperamos algo similar a lo que el creyente del Dios personal espera de él. En ambos casos se establece, de nuestra parte, una respuesta ética. Pero esta respuesta tiene un carácter subjetivo, especialmente en el segundo caso, por cuanto se fundamenta en una creencia antes que en una evidencia. De ahí la imperiosa necesidad de fundamentar nuestra ética en algunas leyes psicológicas evidentes y accesibles a nuestra cotidiana observación.

Si la respuesta ética es coincidente, tanto en la versión teísta (la del Dios personal, o que se parece a una persona) y la versión deísta (la del orden natural regido por leyes), es posible que la ética teísta provenga finalmente de la observación del comportamiento humano, y que haya sido interpretada como el resultado de una revelación desde Dios hacia el hombre.

Quizás lo más importante de la simbología bíblica, en el caso del Génesis, provenga de la expresión: “Y vio que era bueno”. Es decir, se supone que el universo es “bueno” para el hombre, o que existe una posibilidad cierta de adaptarnos al mismo. De lo contrario, interpretaríamos como que el universo es una trampa y que no tendríamos posibilidad de salir airosos en la gran aventura humana.


CONVERSIÓN

“Se demuestra que la Escritura no enseña sino cosas muy sencillas, ni busca otra cosa que la obediencia, y que, acerca de la naturaleza divina, tan sólo enseñan aquello que los hombres pueden imitar practicando cierta forma de vida” Baruch de Spinoza (“Tratado teológico-político”)

La conversión, desde un punto de vista religioso, consiste en un cambio que se produce, a veces en forma abrupta, a partir del cual se alcanza a vislumbrar una idea que antes no se tuvo, si bien es posible que se haya ido gestando gradualmente.

Es una tarea de las ciencias sociales poder llegar a promover una conversión masiva de la población mediante el convencimiento de las ventajas que a cada uno ofrecerá una mejora ética sustancial. Este tipo de conversión masiva es quizás el objetivo asociado a la profecía bíblica conocida como la Segunda Venida de Cristo.

La conversión masiva habrá de consistir, seguramente, en la posibilidad de disponer de información clara y precisa sobre los aspectos esenciales del comportamiento humano, y que será capaz de producir la mejora ética mencionada, siendo un acontecimiento único en la historia. De todas formas, el conocimiento progresivo, acumulado por las distintas generaciones humanas, posibilitará el acontecimiento mencionado.

La unificación de ciencia y religión no implicará el reemplazo de ésta por aquélla, sino una compatibilización de ambas como ramas especializadas del conocimiento humano, que actúan bajo una especie de “división del trabajo” y apuntan hacia un mismo fin. La religión compatible con la ciencia, y con la propia realidad, constituye una “religión natural”. Dicha religión surge del hombre, y no de Dios. No supone la existencia de un orden sobrenatural, además del orden natural, sino sólo este último. De ahí la ventaja conceptual y la sencillez de esta postura.

Para que la profecía tenga sentido, habrá de existir un cambio en el cristianismo. De ahí que la religión vigente, como una religión revelada, posiblemente habrá de ser interpretada como una religión natural. De no ser así, no existirá un cambio esencial; al menos resulta dificultoso imaginarse otro tipo de cambio.

Quienes se aferran a una postura teísta, afirman que la parusía (presencia) es un simbolismo más y, en cierta forma, rechazan la profecía. El propio Cristo nunca dijo que su religión era natural o revelada, si bien puede interpretarse de ambas formas. Recordemos que la Biblia utiliza muchas simbologías, y que de ellas pueden surgir interpretaciones variadas.


MILAGROS

“El milagro se caracteriza principalmente por una extraordinaria aceleración de los procesos de reparación orgánica. No hay duda de que el grado de cicatrización de los defectos anatómicos es mucho más rápido que lo normal. La única condición indispensable para que el fenómeno se produzca es la plegaria. Pero no es necesario que sea el mismo paciente el que rece, ni siquiera que tenga fe religiosa. Basta con que alguien a su alrededor se halle en estado de oración. Estos hechos son profundamente significativos. Muestran la realidad de ciertas relaciones, de naturaleza aún desconocida, entre los procesos psicológicos y orgánicos. Prueban la importancia objetiva de las actividades espirituales, que los higienistas, los médicos, los educadores y los sociólogos han dejado de estudiar casi siempre. Abren al hombre un mundo nuevo” Alexis Carrel (“La incógnita del hombre”)

La religión tradicional, o religión revelada, admite intervenciones de Dios. La propia revelación implica una intervención mediante la cual el intermediario, o profeta, recibe información para ser difundida al resto de los hombres. El milagro implica una interrupción momentánea de la ley natural, o de las condiciones iniciales de un proceso, a favor de la recuperación de la integridad física o mental de un individuo.

Así como muchas veces se comenta que “Dios salvó a tal persona”, mientras que en otros casos se acostumbra decir que “la mató el médico”, podemos preguntar porqué Dios no evitó la enfermedad, o el pequeño detalle que condujo a un accidente fatal, ya que todo hubiese sido más sencillo.

Es oportuno decir que quienes suponemos la inexistencia de milagros, en el sentido estricto de la palabra, es decir, intervenciones directas de Dios en el mundo, no tenemos ningún inconveniente en que ellas ocurran. Por el contrario, sería interesante que la mayoría de los problemas de la humanidad se resolvieran mediante esa alternativa. Pero parece ser que el mundo funciona de una manera diferente.

Desde el punto de vista de la religión natural, se excluye el milagro en el sentido expresado, sin embargo, no se rechazan experiencias regidas por leyes naturales de difícil acceso a nuestro entendimiento o bien sucesos con reducidas probabilidades de ocurrencia.

Podemos imaginar a una persona que escucha los mensajes de Cristo y los acepta sin necesidad de haber observado milagro alguno. En ese caso puede decirse que se convirtió en un “creyente”, ya que lo esencial es el cumplimiento de los mandamientos y la adopción de una postura ética concreta, en lugar de adoptar una nueva postura filosófica para contemplar el mundo.

Hacer que la mayoría de los hombres acepte una postura filosófica determinada, es prácticamente imposible de lograr, ya que tales posturas están ligadas, generalmente, al tipo psicológico al que se pertenece. En cambio, si se trata de hacer prevalecer una postura ética, es factible el logro de coincidencias. Debería adoptarse una actitud similar a la de los científicos, ya que ellos pueden tener diferentes posturas filosóficas respecto de la interpretación de una determinada teoría, pero no han de dudar de los hechos experimentales ni de la validez de la misma si ha sido verificada.

Si existe un Dios que produce interrupciones de la ley natural, el hombre tiende a adoptar una actitud pasiva. Incluso tratará de homenajear y de adular al causante de los beneficios que le serán otorgados. Por el contrario, la existencia de una ley natural invariante nos obliga a adoptar una actitud activa, ya que debemos adaptarnos al orden natural a partir de un gran trabajo de mejoramiento individual. Anthony de Melo expresó: “Milagro no significa que Dios cumpla con los deseos de los hombres, sino que los hombres cumplan con los deseos de Dios”.

Debido a la abrumadora diferencia existente a favor de la probabilidad de ocurrencia de acontecimientos regidos por la ley natural respecto de aquellos que pueden ser atribuidos a intervenciones divinas, debe ser prioritaria la consideración de dicha ley como una guía efectiva para nuestra vida. Quienes, en sus visiones personales, alteran completamente esta prioridad, suponen la existencia de mundos imaginarios, lo que implica una tendencia hacia la desadaptación del hombre respecto del orden natural.


CIENCIA Y RELIGIÓN

“El individuo que está totalmente imbuido de la aplicación universal de la ley de la causalidad no puede ni por un instante aceptar la idea de un ser que interfiera en el curso de los acontecimientos…..siempre, claro está, que se tome la hipótesis de la causalidad verdaderamente en serio” Albert Einstein (“Contribuciones a la ciencia”)

Considerando a las leyes naturales (estudiadas por la ciencia) como las leyes de Dios, encontramos una identidad entre ciencia y religión. Si admitimos, por el contrario, la posible interrupción de las mismas, a través de la revelación o los milagros, aparece un punto de divergencia entre ambas.

A partir de los conocimientos aportados por la biología y otras ciencias, podemos observar una tendencia hacia el logro de mayores niveles de adaptación, siendo el comportamiento ético uno de los principales medios que el hombre dispone para su supervivencia. Las actitudes cooperativas no sólo servirán para que el hombre cumpla con la “voluntad de Dios”, sino para poder sobrevivir y adaptarse adecuadamente al orden natural.

De ahí que sea posible mantener vigente gran parte de las propuestas religiosas adecuándolas a los conocimientos aportados por la ciencia experimental. Recordemos que la religión propone una actitud ética dentro del marco de un universo orientado por cierta finalidad.

Algo distinta es la propuesta de la religión popular, o paganismo, en la cual todo se reduce al simple intercambio de homenajes y adulaciones hacia Dios con la esperanza de obtener algunas ventajas desligadas muchas veces de los beneficios otorgados por un comportamiento ético adecuado.

El mayor inconveniente que presenta la posible unificación de ciencia y religión radica en que la mayoría de las personas no está habituada al razonamiento de tipo científico, en base a leyes naturales, lo que podrá producirse a partir de nuevas generaciones. Además, se valora una religión, no tanto por su efectividad, sino por ser una parte importante de la tradición y la cultura de un pueblo.

La expresión “porque Dios lo quiso así” tiene un significado similar a “porque la naturaleza está hecha así”. Esta equivalencia excluye, como antes se dijo, al posible intercambio de homenajes y ventajas concedidas por el Dios que interviene en el mundo.

La religión, en la actualidad, tiende a ser relegada a la categoría de simple tradición y de creencia subjetiva de validez personal. Se le niega toda validez objetiva por lo que es imprescindible reconstruirla a partir del conocimiento científico actual.


LA RELIGIÓN DEL FUTURO

“Imposible sobrevivir sin una ética mundial. Imposible la paz mundial sin paz religiosa. Imposible la paz religiosa sin diálogo de religiones” Hans Küng (“Proyecto de una ética mundial”)

Debido a que el hombre apareció sólo hace uno o dos millones de años, y que le quedan algunos miles de millones de años por delante (hasta la extinción del Sol), debemos contemplar con interés cómo habrá de ser la religión del futuro, adelantándonos a su posible cambio. La religión actual, que promueve antagonismos y divisiones, no debería continuar influyendo en la forma en que ahora lo hace.

Respecto del ordenamiento de todo lo existente, tenemos tres puntos de vista predominantes:

1) Ordenamiento nulo (caos): el propio ser humano será quien deberá imprimirle un sentido o una finalidad.
2) Determinismo estricto (fatalismo): sobre el cual poco podemos hacer, ya que tan sólo nos queda ubicarnos de la mejor manera posible dentro del riguroso orden natural impuesto.
3) Determinismo con libertad: a la luz de los conocimientos brindados por la ciencia experimental, podemos considerar la existencia de un orden natural regido por leyes invariantes, con cierta finalidad implícita, pero que permite al hombre tomar decisiones respecto de la orientación que ha de seguir la humanidad.

Lo esencial de la religión del futuro implica la adecuada interpretación de la aparente finalidad del universo, y de la propia humanidad; es decir, debemos interpretar el “espíritu de la ley natural”. Pero, sobre todas las cosas, debemos asegurarnos de poder actuar adecuadamente en todos aquellos aspectos que son accesibles a nuestras decisiones.

Las ideologías de validez sectorial deben ser suplantadas por aquéllas que tengan una validez universal. De ahí que la única alternativa posible consista en tomar como verdadera aquella descripción que sea compatible con la ley natural, es decir, un criterio similar al adoptado por la ciencia experimental.

Cuando leemos en los libros de neurociencia acerca de las neuronas espejos y de la forma en que compartimos los estados emotivos de otras personas, tenemos la sensación de que muy pronto será posible disponer de una ética natural fundamentada desde el propio nivel neurológico y que esa ética natural será la parte esencial de una religión universal, estando la religión del futuro muy cercana en el tiempo.

No sólo es posible considerar a los efectos de la oración como un proceso regido por leyes naturales, sino que la posible vida posterior, predicada por Cristo, en caso de existir, no dependerá de las decisiones de un Dios personal, sino que podría ser otro proceso ligado a las respectivas leyes naturales.


HACIA LA RELIGIÓN NATURAL

“Si, al racionalizar la moralidad en la educación moral, nos limitamos a eliminar de la disciplina moral todo lo religioso sin reemplazarlo, corremos de manera casi inevitable el peligro de eliminar a la vez todos los elementos que son propiamente morales. Debemos descubrir los sustitutos racionales para esas nociones religiosas que, por tanto tiempo, han servido de vehículo para las ideas morales más esenciales” Emile Durkheim (“La educación moral”)

La religión tradicional proveía a la sociedad de dos fundamentos básicos para nuestra supervivencia:

a) Proponía un sentido de la vida
b) Proponía una ética compatible con dicho sentido

Debido a las incoherencias lógicas, el fanatismo de sus seguidores, el odio intenso entre distintas religiones, o entre sectores de una misma religión, la influencia de la religión tradicional se fue debilitando. De ahí la necesidad de encontrar un sustituto que nos devuelva tanto el sentido de la vida como la ética.

Sin un sentido para la vida, el individuo se ve expuesto a serios conflictos emotivos y existenciales. Sin una ética que oriente a sus integrantes, la sociedad tiende al caos y a su desintegración. De ahí la imperiosa necesidad de encontrar ambos (sentido y ética) a partir del conocimiento científico.

Los estudios realizados tanto en neurociencia como en las distintas ramas de la psicología, hacen posible una reinterpretación de la religión moral que, posiblemente, permitirá fundamentarla de manera adecuada, tratando de evitar las severas distorsiones que sufre la religión tradicional, brindando al individuo la orientación necesaria para una plena adaptación.

Existen quienes usurpan la religión de todos para darle un carácter sectorial o personal, impidiendo que cumpla con sus objetivos básicos. Ello se hace evidente en cuanto ignoran totalmente la existencia de leyes naturales asociadas al comportamiento humano, puesto que ni siquiera tratan de conocerlas.


TEMOR A DIOS

“Primeramente haz de temer a Dios, porque en el temerle está toda sabiduría; y siendo sabio, no podrás errar en nada” Miguel de Cervantes (“El Quijote”)

La actitud religiosa de los hombres oscila desde el temor hasta el amor hacia Dios, pasando por la indiferencia. Muchos describen los acontecimientos cotidianos como una sucesión de premios y castigos otorgados “desde arriba”. Así, en su momento, hubo oposición al invento de Benjamín Franklin, el pararrayos, por cuanto, se aducía, tal artefacto impedía a Dios manifestarse a través de los rayos, ya que los emplearía para producir incendios, como un medio para distribuir castigos en forma merecida.

Si bien pueden encontrarse fallas lógicas en las distintas actitudes religiosas, no podrá negarse que quien tenga temor a Dios, y a sus posibles castigos, tratará por todos los medios de no infringir las normas de la moral establecida desde la religión. También quien confíe en los premios, en nuestra Tierra y en el más allá, llevará una vida acorde con esa creencia. Sin embargo, cuesta mucho revertir la etapa cultural por la que atraviesa la humanidad resultando dificultoso retroceder a las creencias predominantes en el pasado, a pesar de las ventajas que esas creencias presentaban desde muchos puntos de vista.

Pareciera que la única alternativa posible, para restablecer antiguas creencias, fuera el cumplimento de la profecía de Cristo acerca de la Segunda Venida, ya que, en forma independiente a lo que tal profecía implique (posiblemente la identificación entre ciencia y religión) hará que todos tendamos a creer en la validez de la totalidad de las prédicas cristianas, por lo que, de esa forma, llegaríamos nuevamente a confiar en los premios y castigos que limitarían los grandes desvíos observados respecto de las normas éticas elementales.

En la imagen de un mundo regido por leyes naturales, la existencia de premios y castigos, que dependen de nuestro grado de adaptación, hace surgir de nosotros la confianza en la existencia de cierta justicia natural, equivalente a la fe en un Dios justo que impone una justicia divina, en la antigua imagen de la religión tradicional.


HEREJÍAS Y PROGRESO

"Frente a las religiones que envejecen y se materializan, el sentimiento místico sigue engendrando subversivas herejías, que puede el tiempo convertir en religiones nuevas; las actuales han sido heréticas de las precedentes, el cristianismo del judaísmo, el protestantismo del catolicismo, el unitarismo del protestantismo. En cada tiempo y lugar la herejía de los místicos ha sido un factor de progreso moral, ora destacando los dogmas de las iglesias decadentes, ora afirmando la posibilidad de orientar el sentimiento hacia ideales éticos menos imperfectos” José Ingenieros (“Las fuerzas morales”)

La herejía es el cambio, considerado negativo, que se produce dentro de alguna religión. Lo de “negativo” tiene sentido tomando como referencia lo que se considera correcto o verdadero dentro del conjunto de creencias asociadas a las costumbres y la tradición.

Pero existe otro tipo de herejía, que podríamos considerar como una “herejía absoluta” y radica en el alejamiento de la religión de aquella ética natural que viene impuesta por las propias leyes naturales que gobiernan a todos los seres humanos.

Ya es hora que las distintas religiones contemplen la posibilidad de valorar sus prédicas y creencias en función de los resultados que producen en la propia sociedad, en lugar de valorarlas en función de la coherencia lógica que muestran en función de la creencias adoptadas, en forma similar a lo que se hace en el ámbito de la filosofía especulativa. Deben tener presente que las “religiones” que producen divisiones entre individuos y sectores son cualquier cosa menos “religiones”.

Posiblemente, una de las mayores herejías que se ha cometido dentro del cristianismo, radica en los intentos por reforzar su contenido actualizándolo en función de ciertas semejanzas que algunos sectores observaron respecto del marxismo o del liberalismo. La validez del cristianismo debe establecerse a partir de su vinculación y compatibilidad con la ley natural, la que está siendo descubierta a través de aquellos descubrimientos científicos que refuerzan la vigencia de los mandamientos, especialmente los vinculados con el amor al prójimo.


SUPERSTICIÓN Y ÉTICA

“Las religiones más supersticiosas son las menos morales, pues más atienden a la materialidad de las ceremonias que al contenido ético de la conducta. Lo mismo ocurre entre los adeptos de cada religión; la masa ignorante posee menor moralidad que las minorías cultas. El exceso de superstición excluye la primacía moral; son valores antitéticos” José Ingenieros (“Las fuerzas morales”)

La historia de la decadencia de las religiones puede sintetizarse en el reemplazo de la actitud ética promovida, desde la postura respectiva, por un conjunto de creencias subjetivas de variadas formas y significados. Cuando la religión agoniza, junto a la sociedad, es la época en que el significado de los mandamientos ha sido reemplazado por diversas y oscuras interpretaciones que impiden su cumplimiento por parte del hombre común.

Si se hace una encuesta respecto del significado del mandamiento del amor al prójimo, se encontrará con un variado conjunto de definiciones que lo relativizan de tal forma que se llega a la conclusión de que se trata de algo supeditado a la libre interpretación individual. Por el contrario, si adoptamos una interpretación cercana a la propuesta desde las ciencias sociales, estaremos más cerca de lograr una definición accesible al entendimiento y, sobre todo, de algo concreto para adoptar como una referencia a alcanzar en el futuro.

Desde el siglo XVII, Baruch de Spinoza estableció una definición en este sentido, tal la del amor como una actitud por la cual compartimos las alegrías y las penas de nuestros semejantes. Debemos partir de objetivos cercanos a la ley natural en lugar de reemplazarlos por definiciones cercanas al mundo de la superstición y la mitología, o propias de las oscuridades de la filosofía especulativa.


LA RUPTURA TEOLÓGICA

“La teología revelada es dirigida por la ‘luz de la fe’, que constituye el supremo criterio de cualquier ulterior dilucidación racional. La teología natural, en cambio más propia del filósofo que del teólogo, tiene como criterio la ‘luz de la razón’. En último término, la teología natural es un saber de Dios a base del conocimiento del mundo; por eso se dice a veces que la teología natural puede conocer ‘sin fe’” José Ferrater Mora (“Diccionario de Filosofía”)

Existen dos formas posibles mediante las cuales Dios se revela a los hombres:

a) A través de mensajes directos
b) A través de las leyes naturales

La primera alternativa es la aceptada por las religiones reveladas. De ahí que existirá un verdadero cambio en la religión en cuanto aceptemos la posibilidad de la segunda alternativa. Incluso es posible describir las antiguas alianzas, o momentos en que se habrían producido las revelaciones, en el sentido tradicional del término, como un acceso al conocimiento, por parte del profeta, de las leyes naturales esenciales y necesarias para una vida ética aceptable para el hombre.

El cambio esencial que se dará en la religión consistirá en considerar que ya no existen ni los hombres ni los pueblos elegidos, sino pueblos y hombres capaces de interpretar la voluntad de Dios a través de sus leyes. La religión ya no se interpretará como una acción intelectual que surge de Dios, sino como una acción que surge de los hombres.

La experimentación aparece como una alternativa a la fe y a la razón. Debido a que la religión deberá identificarse con la ética, o ser su vehículo, deberá orientarse en el conocimiento concreto del hombre, fundamentando ese conocimiento tanto en la Psicología Social, como en la Neurociencia y en otras ramas del conocimiento científico. Ello implicará admitir el cambio desde la revelación directa de Dios por la revelación indirecta, a través de sus leyes.


MUDABLE E INMUTABLE

“En la Iglesia hay cosas mudables, tal como enseña de forma patente la experiencia. Y a la inversa, si no hubiera también en ella y acerca de ella aspectos permanentes, inmutables, no tendría sentido seguir utilizando, a través de los tiempos, la misma palabra ‘Iglesia’, porque faltaría aquella identidad que es precisamente la que mantiene cohesionado lo mudable” Joseph Ratzinger (“Teoría de los Principios Teológicos”)

Si se acepta el cambio desde una revelación directa a una revelación indirecta, actitud similar a la que permitió la aceptación de una creación indirecta del hombre a través de la evolución en lugar de la creación directa propuesta por la Biblia, se producirá un importante cambio en la Iglesias cristianas.

Lo que no ha de cambiar ha de ser la función prioritaria de la Iglesia; su misión orientadora en la lucha histórica entre el Bien y el Mal. A la fe, asociada a una visión optimista de la realidad, en la que se supone que el mundo está bien hecho y que el hombre es corregible, debemos agregarle la búsqueda del Bien, a través de los sentimientos y del razonamiento, lo que implica un mejor conocimiento de nuestro propio comportamiento ético.

Cuando la Iglesia, por el contrario, prioriza el éxito de su postura filosófica en lugar de contemplar el nivel de felicidad logrado por los seres humanos, desconoce los fundamentos de su misión. Así como Cristo da su vida a cambio de un efectivo mejoramiento ético del hombre, la Iglesia debe ceder en todos aquellos aspectos ideológicos y filosóficos que impiden el cumplimento de su misión.


INMORTALIDAD

“Si estoy equivocado en mi creencia de que las almas de los hombres son inmortales, me alegro de mi error, y no quiero que, mientras yo viva, nadie me saque de este error que me hace dichoso” Marco Tulio Cicerón
(“De la vejez”)

Generalmente se nos pregunta acerca de si creemos, o no, en la existencia de una vida posterior a la muerte. En realidad, existe una pregunta más importante y consiste en saber si el mundo real admite tal suceso. Más importancia aún la tiene la pregunta respecto de cual es el camino a la inmortalidad en caso de que exista.

Existen varias posibles formas de inmortalidad. La predicada por el cristianismo habrá de ser una inmortalidad directa, ya que en principio conservaríamos nuestras características personales. En este caso, el camino de la inmortalidad es el mismo camino que el de la felicidad, por lo que deberíamos concentrarnos en hacer los méritos correspondientes antes de pensar todo el tiempo acerca de si existe o no el premio posterior. Se ha llegado al extremo de que muchos piensan que uno logrará la inmortalidad “si cree en ella”, en forma independiente del cumplimiento de los requisitos exigidos para ese logro.

Otro tipo de inmortalidad habría de ser la que prevé un retorno a la Tierra, a través de la reencarnación. Como la tasa de nacimientos, de cualquier especie, es mayor que la tasa de mortalidad, existirían dos tipos de personas: los originales y los reencarnados. Por lo cual parece mejor adaptada a la realidad la descripción científica de la herencia genética en la cual se afirma que cada individuo ha sido formado por sus padres independientemente a algún alma reencarnada que pueda llegar.

También es posible la inmortalidad indirecta, a través de los hijos, o bien a través de una obra literaria, artística, científica, social, etc., en la cual depositamos parcialmente las características de nuestra personalidad haciéndolas perdurables en el tiempo. Esta es una de las causas por las cuales algunos hombres realizan grandes esfuerzos durante su vida, en contraposición de lo que sostiene la simple hipótesis de que son las motivaciones económicas las que mueven el accionar de los hombres.


ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN

“Toda religión pensante debe elegir entre la alternativa de ser religión ética o religión que explica el mundo” Albert Schweitzer (“El cristianismo y las religiones mundiales”)

Las distintas religiones pueden dividirse en dos categorías: aquellas que promueven una actitud contemplativa de lo eterno y las que promueven, además, una acción concreta en beneficio del individuo y de la sociedad.

Incluso en el propio cristianismo existen Iglesias que promueven la salvación por la fe, excluyendo la salvación por las obras. De esa forma, quienes adhieren a la postura filosófica “oficial”, obtendrían la salvación eterna, mientras que alguien, que desconoce el cristianismo, y que lleva una vida virtuosa, con obras concretas realizadas como consecuencia de esa virtud, quedaría fuera de la vida eterna; lo que en realidad resulta absurdo.

El cumplimiento del “amarás al prójimo como a ti mismo” implica necesariamente que el cristianismo es una religión activa, ya que no podremos quedarnos en el inactivo autoperfeccionamiento mientras los demás necesiten de nosotros.

En estos aspectos pueden verse los síntomas de la decadencia del cristianismo, ya que tener fe significa, para el ciudadano corriente, adoptar una de las dos posturas filosóficas generales, tal el caso de la postura trascendente (en lugar de la inmanente). Luego, cuesta muy poco esfuerzo mental adaptar tal postura al caso concreto del cristianismo. Se habrá logrado así el paso del cristianismo desde una religión moral a una religión contemplativa.


ADAPTACIÓN A LA CIENCIA

“Si la ciencia demuestra hechos que contradicen la visión budista, deberíamos modificar ésta en consecuencia” Dalai Lama (“Emociones destructivas”)

Los conflictos que han existido, y siguen existiendo, entre la ciencia y la religión, se deben principalmente a que muchos religiosos no aceptan que los libros de religión sólo contienen mensajes éticos, en lugar de mensajes científicos. Galileo Galilei decía que “la Biblia nos enseña cómo ir al cielo y no cómo está hecho el cielo”.

Mientras que la evolución biológica resulta ser un hecho, antes que una teoría, existen quienes se aferran a la descripción bíblica de la creación ignorando abiertamente la verdad y la realidad del mundo. Incluso, en cierta forma, se rebelan contra las leyes naturales establecidas.

La actitud conservadora de muchos religiosos se debe principalmente al hecho de no querer abandonar su posición de privilegio que les aporta su supuesta superioridad intelectual. La búsqueda de prestigio personal, en algunos casos, está incluso por encima de la búsqueda de la verdad.

Cuando el cristianismo adopte una actitud similar a la del líder del budismo tibetano, es posible que resurja ampliamente y deje de ser sólo una fuerza social tradicional, poco influyente, para convertirse en una poderosa fuerza de cohesión social.


MATERIALIZAR LO ESPIRITUAL

“Que Dios le hablaba en sueños no es lo mismo que soñar en que Dios le hablaba” Thomas Hobbes (“Leviatán”)

La posible estructura del universo admite dos formas principales, y son las expresadas por las posturas inmanente y trascendente. Desde la postura inmanente se tiende a espiritualizar lo material, ya que se considera que lo viviente está estructurado en base a la misma sustancia que compone lo material. El principio de complejidad-conciencia establece una síntesis que va desde las partículas fundamentales hasta llegar a la vida inteligente, fundamentando la postura mencionada.

Desde la postura trascendente, por el contrario, se trata de materializar lo espiritual, ya que el milagro implica el momento en que lo espiritual “hace contacto” con la realidad material, influyendo en ella y manifestando su existencia.

Es oportuno señalar que se asignó, entre otros, el nombre de “acosmismo” (privado del mundo) a la postura de Baruch de Spinoza, ya que niega la existencia del mundo en lugar de negar la existencia de Dios. Otras veces, a esta postura, se la tildó de panteísmo (todo es Dios) o bien de ateísmo (no hay Dios). Esto nos hace recordar el caso, dentro del ámbito de la ciencia, de quienes afirmaban que todo es materia, mientras que otros afirmaban que todo es energía. A partir de la ecuación de Einstein, que establece la equivalencia entre ambas, podemos decir que todo está hecho con lo que algunos denominan masa y otros denominan energía.

Desde el punto de vista de la ciencia, se acepta la posibilidad de que exista una sustancia única y que lo espiritual debe interpretarse como la información asociada a las leyes que rigen todo lo existente, especialmente en todo aquello relacionado con la mente y los sentimientos. De esto se vislumbra la posibilidad de medir la complejidad del mundo en base a la cantidad de información necesaria para su adecuada descripción.


REVELACIÓN

“Pero se equivocan los que piensan que sólo los cristianos serán salvos, ya que, como revela el Apocalipsis, todos seremos juzgados por nuestras buenas obras y no por ser católico, judío o musulmán. Este es el espíritu de preparación de la Segunda Venida, es un espíritu de amor universal encaminando a todos los hombres a la casa del Padre” Francisco María (“Apocalipsis”)

La palabra griega “Apocalipsis” se traduce como “revelación” o “desocultamiento”. La profecía bíblica con ese nombre es interpretada, desde el punto de vista teísta, como un acontecimiento catastrófico en el cual, el Dios interviniente en el mundo, envía castigos a la humanidad debido a su desobediencia a los mandamientos revelados.

En la antigüedad se interpretaba la aparición de los cometas como señales del cielo que anunciaban castigos inminentes provenientes de Dios. Como los cometas tienen un movimiento aparente algo distinto al de los demás cuerpos celestes, se asocia la palabra “desastre”, derivada de “dis-astra” (en contra de los astros), a los sucesos que seguirían a su aparición. Las cosas se calmaron cuando Edmund Halley demuestra que los cometas tienen un periodo de rotación de la misma forma en que lo tienen los planetas.

Se afirma en la profecía que morirá una cuarta parte de la humanidad, por lo cual muchos imaginan a Dios como un Hitler o un Stalin, pero potenciado en sus atributos como diezmador de seres humanos.

Si bien no puede hablarse acerca de la “veracidad” de una profecía, ya que hace referencia a sucesos que todavía no han ocurrido, al menos podemos comparar las predicciones hechas con el propio mundo real y de esa manera podremos vislumbrar la factibilidad o la imposibilidad de ocurrencia de tales sucesos.

A partir de una visión deísta de la realidad, y de la profecía, podemos interpretar la predicción bíblica como un castigo auto-infligido por el hombre al producirse una severa crisis moral. El castigo es el precio que pagamos por desconocer la ley natural (y también los mandamientos bíblicos). La profecía indica la futura existencia de una etapa superadora de esa crisis moral, y de ahí la expresión: “Y no vi llanto, ni clamor, ni dolor”.

La lucha, expresada en la profecía, es la histórica disputa entre el Bien y el Mal, con el triunfo del primero. Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que simbolizan esta lucha, con uno de ellos que simboliza el Bien y los demás el Mal, concuerdan, al menos en número, con las actitudes básicas del hombre, ya que una de esas actitudes impulsa el Bien y las otras el Mal.

La profecía describe el sufrimiento del hombre y también la solución definitiva, efectuada por alguien que mira hacia Dios y hacia sus leyes eternas, logrando describir adecuadamente el camino de la adaptación cultural, lo que dista bastante de la visión teísta tradicional.

Mientras que el Bien está asociado a la prédica de una ética cooperativa, el Mal está asociado a la prédica de éticas competitivas, ya sea que se ubiquen del lado de los “superiores” como de los “inferiores”.


CREENCIAS SECTORIALES Y OBJETIVIDAD

“Dios es real porque produce efectos reales” William James (“Las variedades de la experiencia religiosa”)

En la actualidad, la opinión mayoritaria ha relegado a la religión a la categoría de una creencia subjetiva y sectorial que poco tiene que ver con la realidad. Esta es, quizás, la forma más penosa en que se trata de extinguir una postura que en otras épocas constituyó algo de gran importancia para individuos y sociedades.

Otra de las formas en que se ha tratado de denigrarla radica en la concepción de la misma como parte de una ideología de dominación, siendo una fachada detrás de la cual sólo existen intereses económicos. La ironía del destino ha sido que tales detractores de la religión hayan en realidad construido una pseudoreligión sustituta de la anterior, basada sólo en la opinión de un hombre que diseñó una sociedad imposible y utópica, el socialismo, cuyos intentos de realización sólo sirvieron para agravar los defectos criticados a las sociedades que pretendían transformar.

Es interesante consultarles a quienes critican a la religión si en realidad pretenden abolirla o bien desean mejorarla. En el primer caso, habría que consultarles acerca de cuál es la propuesta que desean establecer para reemplazarla. Si solamente proponen una sociedad sin religión, sin un sentido objetivo de la vida, sin una ética natural, están proponiendo en cierta forma un retorno al caos y a la autodestrucción.

Desde un punto de vista científico, podemos aceptar la posible legitimidad de todas las religiones, pero no su posible validez, por cuanto una de ellas se adaptará mejor a la realidad por cuanto producirá distintos efectos que las demás. Y los mejores efectos nos indicarán cuál es la mejor postura religiosa, recordando la sugerencia bíblica que sugiere: “..por sus frutos los conoceréis”.

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