jueves, 8 de septiembre de 2011

XI Sociedad



CAUSAS Y EFECTOS

“Si tratamos de determinar la ‘causa’ de un fenómeno, de un acontecimiento, llegamos forzosamente a puntos de partida mal definidos, que son, a su vez, el efecto de un inmenso número de causas anteriores que, del hilo al ovillo, nos retrotraen al comienzo de todas las cosas, al origen del mundo” Leconte de Nouy (“El hombre frente a la ciencia”)

Las relaciones de tipo causa y efecto resultan esenciales para la descripción de los fenómenos sociales, si bien muchas veces es difícil distinguirlas. El caso más representativo, ocasionado por esta dificultad, es el del vínculo causal entre cultura y economía. Mientras que para Max Weber es la cultura (la religión protestante, más concretamente) la causa del auge del capitalismo, para Karl Marx es el tipo de sistema de producción el que favorece determinado tipo de cultura. Si bien existe una interdependencia entre ambos aspectos de la sociedad, lo que para uno es una causa para el otro es un efecto.

Incluso se ha llegado a la afirmación de que es el delincuente una víctima de la sociedad, por cuanto el ciudadano decente lo excluyó de la misma previamente. Como consecuencia, se sugiere que quien debe cambiar primeramente de actitud es el ciudadano corriente, antes de que lo haga el delincuente.

Algo similar ocurre en el caso de los alumnos irrespetuosos, ya que se considera, como principal culpable de la situación, al “docente que no se hace respetar”. Se sostiene que es el docente quien primero debe cambiar de actitud, por lo que se les hace ver a tales alumnos que existiría cierta legitimidad en sus actitudes, por cuanto habría personas que presentan debilidades y que, por lo tanto, ofrecerán motivos valederos para faltarles el respeto de alguna manera. La tendencia hacia la violencia social está promovida por una mentalidad que altera causas y efectos en función de las creencias sostenidas, o bien motivada por una abierta actitud antagónica a la sociedad.

Si la ley natural es el vínculo invariante entre causas y efectos, al intercambiarlos en la secuencia de los fenómenos, obtenemos una “anti-ley natural” que, seguramente, pocos resultados positivos promoverá. Justamente, debemos sospechar que estamos equivocados con nuestros diagnósticos de la sociedad en cuanto los remedios sugeridos no producen los resultados esperados, o producen los opuestos a lo que se busca.


IGUALDAD Y MÉRITO

“Todos los hombres que conozco son superiores a mí en algún sentido, y en ese sentido puedo aprender de todos” Rudolph Emerson

Aunque la propia naturaleza, mediante la reproducción sexuada y la herencia genética, busca la variedad y la desigualdad de los seres humanos, muchos suponen que la igualdad es una meta que deberíamos perseguir.

Desde las épocas de Adam Smith se reconocen las ventajas de la división (o especialización) del trabajo. Cada uno realiza un determinado producto y luego lo intercambia en el mercado. Para el establecimiento de una productividad aceptable, es imprescindible una gran diversidad en las características y en las preferencias laborales de los distintos seres humanos. En el caso de las actividades intelectuales sucede algo similar.

Esta superioridad parcial, existente y necesaria, no es admitida por todos, ya que, respecto de quienes nos superan, podemos adoptar dos actitudes extremas: una consiste en admirarlos e imitarlos, mientras que la otra actitud implica envidiarlos o bien negar los valores y habilidades que posean.

El símbolo de la justicia es una balanza, de ahí que la igualdad se considera como una condición de justicia. Cuando se habla de justicia social, se acepta tácitamente una igualitaria distribución de la cosecha, pero no una previa e igualitaria distribución de la siembra. De ahí que muchos tienden a ser “generosos” con la posibilidad de repartir medios económicos ajenos.

El capitalismo privado tiende a producir diferencias económicas y sociales, pero con grandes rendimientos productivos. Las economías dirigidas desde el Estado, por el contrario, buscan la igualdad económica a pesar de que casi siempre va acompañada de una reducida productividad. En un caso tenemos la desigualdad en la riqueza y en el otro caso la igualdad en la pobreza.

Respecto de la actitud del que prefiere una u otra opción, podemos ejemplificarla suponiendo el caso de alguien que tiene que elegir a sus vecinos. Si se trata de una persona no envidiosa, preferirá que sus vecinos tengan mucho dinero. De esa manera, en caso de que alguna vez le falten los medios económicos básicos, es posible que reciba alguna ayuda de quienes más tienen. Por el contrario, la persona envidiosa preferirá tener vecinos con menos recursos que él. Cuando le falte algo, casi nadie podrá ayudarlo. Como siempre, las búsquedas de la felicidad y del éxito competitivo son excluyentes. (Se ha ignorado, en el ejemplo mencionado, la tendencia de la gente pobre a ser solidaria, algo que muchas veces no sucede con los que más tienen).

Las tendencias políticas de izquierda y derecha pueden asociarse, respectivamente, a la búsqueda prioritaria de la igualdad y a la búsqueda de la libertad. La igualdad económica fue la meta de la sociedad comunista, aunque para ello se debió restringir totalmente la libertad. La sociedad liberal tiende a producir desigualdades notorias, de ahí que deban buscarse soluciones intermedias, ya que la falta de libertad hace desdichada la vida del hombre, mientras que las desigualdades sociales pueden crear tensiones que tarde o temprano llevarán a conflictos insuperables.

Si tratamos de establecer un orden social que satisfaga al que compite con poco éxito, estaremos adaptando la sociedad al que siente envidia. El lema igualitario del marxismo sugiere “De cada uno según su capacidad, para cada uno según su necesidad”, lo que implica que se debe sembrar según su capacidad (desigual) y cosechar según su necesidad (igualitariamente). Este “igualitarismo” se opone a la valoración según el “mérito”, que contempla el esfuerzo y las capacidades individuales, tal como lo impulsa la tendencia liberal.


VIOLENCIA URBANA

“Uno de los argumentos favoritos de los ideólogos de la desestructuración en el ámbito de la justicia, consiste en afirmar que el delincuente no es el verdadero culpable, sino que siempre hay alguien detrás de él, alguien más poderoso y en consecuencia perteneciente a clases sociales más altas, y además detrás de éste hay otro, y finalmente se llega a la estructura social propiamente dicha. Así, la culpabilidad del delincuente se diluye en el océano de un orden social supuestamente injusto” Jorge Bosch (“Cultura y contracultura”)

La violencia urbana debe desalentarse de todas las formas posibles a fin de eliminarse. Por el contrario, cuando la ley es permisiva y busca la inmediata reinserción social del que delinque, la justicia se convierte en una promotora de la violencia.

Incluso se dice que la principal causa de violencia es la “desigualdad social”, y, como el que produce riquezas es el principal “creador de desigualdad”, se llega al absurdo de considerar que el que favorece la producción será el causante principal de la violencia. Sin embargo, pocas veces se considera que la pobreza es favorecida por el que no produce, o por el que es mantenido por el resto de la sociedad, a través del Estado, sin que realice aportes concretos a la misma.

A partir de la mentalidad predominante, el delincuente observa a la sociedad como la culpable de todos sus males, ya que es una sociedad que “no reparte riquezas”. Acepta la legitimidad de la violencia por cuanto la considera como una justa venganza contra el medio social.

Cuando la edad de los menores, respecto de su imputabilidad por delitos cometidos, es elevada, la ley favorece y estimula la delincuencia juvenil, provocando daños irreparables a las víctimas y a los propios delincuentes, ya que quedarán totalmente marginados de la sociedad ante su peligrosidad evidente.


IGUALDAD

“Amarás al prójimo como a ti mismo” Cristo (“Evangelios”)

La sensación de igualdad proviene de la certeza de que nuestra felicidad será tan importante para otra persona como su propia felicidad. Luego, nuestras penas y alegrías serán también sus propias penas y alegrías.

Alguien que asigna a nuestra felicidad menor importancia que a la suya, tenderá a hacernos sentir desigual (e inferior) a ese individuo, lo que muchas veces resulta comprensible en el caso de personas lejanas a nuestros afectos. Peor aún, cuando nuestro estado de felicidad sea completamente indiferente para los demás, dándoles lo mismo que suframos o que seamos felices, entonces sentiremos que prácticamente no existimos para esas personas.

El primer aspecto positivo que presenta la inteligencia emocional es el simple hecho de poder dedicar parte de nuestros pensamientos a los demás. Existir significa, entre otros aspectos, existir en la mente de los demás. Y podremos existir en sus mentes en cuanto tengan la predisposición de ocuparse de nosotros. Luego podrán compartir nuestros sentimientos.

Hasta el momento no hemos dicho nada respecto de si tales personas involucradas pertenecen a tal o cual religión, o a tal o cual pueblo o raza, o si tiene tal o cual nivel intelectual. Justamente, la sensación de igualdad surge principalmente desde el momento en que sólo consideramos nuestra esencia humana; cuando tenemos presente que somos hijos de un mismo Dios, o en la versión naturalista, cuando tenemos presente que estamos regidos por una misma ley natural y que somos partes de una misma humanidad.

La sensación de igualdad se va perdiendo a medida que, en cada uno de nosotros, predomina la idea de pertenencia a grupos dentro de la sociedad, o a subgrupos de la humanidad. La palabra “prójimo” proviene, precisamente, de “próximo” o “cercano”, es decir, se trata de cualquier ser humano en la condición de tal.

Adviértase que en todo conflicto existente entre distintos pueblos, o entre sectores de un mismo pueblo, hubo previamente alguien que sugirió la división entre arios y judíos, o entre burgueses y proletarios, o entre palestinos y judíos, o entre musulmanes y cristianos, etc. Los conflictos tenderán a disminuir en cuanto elevemos nuestro punto de vista y escuchemos primeramente a quienes hablan a todos los hombres, y no a quienes se dirigen a un sólo sector.


ORDEN SOCIAL

“Los elementos de un sistema deben ‘comunicarse’ entre sí, deben desarrollar interrelaciones regulares coherentes. Esta necesidad de comunicación es fundamental e igualmente importante para sistemas físicos, biológicos o sociológicos. Sin comunicación no hay orden, sin orden no hay totalidad” Wolfgang Wieser (“Organismos, estructuras, máquinas”)

La imagen que, a partir de la ciencia, podemos hacernos respecto del universo, es aquélla en la que cada una de sus partes está regida por leyes naturales, incluso ello involucra a los seres vivientes, como es el caso del hombre. De ahí que el proceso de nuestra adaptación al medio dependerá del conocimiento de las leyes naturales relevantes a nuestro comportamiento.

Debido a que la humanidad tiene algo más de un millón de años, y que al Sol le quedan unos dos mil millones de años antes de iniciar su etapa de desintegración, podemos afirmar que somos “hombres primitivos”, prueba de lo cual podemos observar las severas crisis que afectan a gran parte de la humanidad.

El orden social que deberemos establecer habrá de ser compatible con el orden natural existente. Así como antes se pensaba que todo individuo debía tratar de cumplir con la voluntad de Dios, al cual se le asignaban elevados atributos para, luego, descubrir su voluntad, en la actualidad planteamos un proceso similar, pero esta vez asociado a algo más concreto y más accesible, como es el caso de las leyes mencionadas.

Desde el punto de vista de una sociedad en la que prevalece la cooperación sobre la competencia, en cada individuo deberá predominar, precisamente, la actitud cooperativa. El segundo requisito es que en esa sociedad, como en todo organismo, deberá existir una óptima comunicación entre sus partes. Y de ahí que el intercambio de información deberá estar constituido principalmente por alguna descripción verdadera de la realidad, o de parte de ella. Por el contrario, cuando predominan las descripciones erróneas, o bien la mentira, es poco probable que se pueda establecer un orden social compatible con el orden natural existente.

La diferencia entre el orden social vigente y aquél orden social que es “reclamado” por el orden natural, se traduce en cierto nivel de sufrimiento en la humanidad. También existirá una diferencia similar entre las descripciones parcialmente verdaderas y la información verdadera y necesaria que se requiere para una plena adaptación.


HERENCIA E INFLUENCIA

“Mientras en uno de los países, bajo las sugestiones del marxismo, se ponía énfasis en el primado del medio como modelador de los organismos vivientes, en el otro el nazismo llevaba a exagerar la importancia de la herencia con la mira puesta en la exaltación de la pureza de la raza nórdica” Eugenio Pucciarelli (“Ideología y ciencia”)

El comportamiento del hombre es una consecuencia de la confluencia de dos factores: herencia e influencia. El primero consiste en la herencia genética que conforma nuestra estructura física y mental, mientras que el otro factor es la influencia social, que proviene principalmente de la familia y de la educación, y que va haciendo que la llevemos parcialmente grabada en nuestra memoria.

Si tuviésemos que crear nosotros mismos un ser inteligente, seguramente tendríamos un problema similar al de quien diseñó el primer microprocesador. En este caso, debía realizar una calculadora de bolsillo a partir de un solo circuito integrado. Pronto se dio cuenta que el circuito habría de ser en extremo complejo, de ahí que pensó en la posibilidad de hacer un circuito no tan complejo, pero que admitiera cierta cantidad de programación exterior.

Si el hombre actuara tan sólo en base a la información recibida a partir de su código genético, habría de estar conformado en base a una gran complejidad. Por el contrario, a partir de un cerebro no tan complejo, se admitió la posibilidad de una “programación” a partir de la influencia exterior recibida.

De ahí que la evolución biológica en el hombre ha dado paso a la evolución cultural, que permite que el conocimiento adquirido por todos los hombres, en el pasado, pueda estar disponible a cualquier ser humano del presente.

Deberíamos descartar por siempre la posibilidad de alterar genéticamente a los seres humanos buscando alguna ventaja evolutiva, por cuanto tenemos la posibilidad, mediante la educación, de lograr mejores resultados sin llegar a tal extremo.

Si nuestro comportamiento dependiera exclusivamente de nuestra herencia genética, estaríamos limitados y determinados por ella, mientras que si nuestro comportamiento dependiera exclusivamente de la influencia social, sufriríamos el riesgo de padecer algún tipo de “lavado de cerebro” que nos llevaría a ser gobernados mentalmente por otros seres humanos.

Las ideologías que mayores conflictos produjeron en la humanidad, se caracterizaron por sostener que estamos determinados principalmente por nuestro origen racial (nazismo) o bien por la influencia del medio social (marxismo). En estos casos pudieron observarse los efectos nefastos producidos, ya que estaban basadas en verdades parciales, o bien en la mentira. Estos casos constituyen un indicio de que la sociedad, como un organismo, debe sustentarse en la comunicación, entre sus partes, de información verdadera.


ECOLOGÍA

“La Tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada hombre” Mahatma Gandhi

Se ha dicho que sólo dos especies aumentan su población (insectos y hombres); una sola puede alterar al medio ambiente (el hombre), pero una sola puede soportar esos cambios (los insectos). De ahí la sombría perspectiva de un mundo en el que los insectos finalmente predominarán sobre el resto de las especies.

El problema del deterioro del medio ambiente es un problema moral, de ahí que no requiere un tratamiento distinto al del resto de los problemas que afectan al individuo y a la sociedad.

Últimamente han aparecido grupos ecologistas en los que podemos distinguir dos actitudes distintas:

a) Ecologistas genuinos que se preocupan por el deterioro progresivo del medio ambiente.
b) Pseudoecologistas que lo hacen para mostrar que son ellos los únicos que se interesan por el medio ambiente, y que, en realidad, apuntan contra todo lo que provenga de la ciencia, de la tecnología y, sobre todo, del sistema capitalista.

En cuanto a la producción de alimentos, actualmente disponemos de distintas posibilidades, que se reducen a las siguientes:

a) Los que no utilizan elementos químicos
b) Los que utilizan pesticidas y fungicidas
c) Organismos genéticamente modificados (transgénicos)

En el primer caso, los rendimientos agrícolas son muy bajos y ello producirá hambrunas en forma inmediata. Ello se debe a que la población mundial crece a un ritmo de unos cien millones de habitantes por año, mientras que la superficie cultivable tiende a disminuir debido a la expansión de las tierras ocupadas por viviendas.

En el segundo caso, el uso de sustancias químicas tiende a contaminar aguas y suelos, por lo que presenta serios inconvenientes para la integridad del sistema ecológico. En el tercer caso, se elimina bastante el problema del caso anterior, mientras que, además, se producen elevados rendimientos.

Mientras que los procesos de cruzamiento e hibridación se han usado desde tiempos remotos, los alimentos transgénicos, de reciente aparición, utilizan técnicas que permiten modificaciones genéticas que permiten el cruzamiento entre vegetales y organismos pertenecientes al reino animal. Esto evita que el vegetal modificado requiera de agentes químicos para la lucha contra organismos que impiden su normal desarrollo.

Por el momento no han aparecido problemas comprobables respecto de la utilización de los transgénicos, ya que, al igual que en el caso de los medicamentos, se requieren años de pruebas y verificaciones para obtener la autorización para su uso. De todas formas, siempre debe tenerse presente si las protestas contra su utilización provienen de parte de los legítimos ambientalistas o bien si provienen de quienes actúan en base a la defensa de ideologías que poco tienen que ver con el problema ecológico en sí.


DEBILIDAD Y FORTALEZA

“La debilidad es más contraria a la virtud que al vicio” F. la Rochefoucauld

Podemos decir que la fortaleza espiritual está asociada a la actitud cooperativa de un individuo, mientras que su debilidad lo estará respecto de la actitud competitiva. La etapa de la conquista de la felicidad se inicia luego de haberse superado la etapa competitiva.

Existen interpretaciones, seguramente erróneas, respecto de la actitud que Cristo pretendió inculcar en sus seguidores, ya que se supone que el amor al prójimo y el perdón hacia quienes nos ofenden implican una actitud de debilidad antes que de fortaleza.

Es indudable que tal actitud tiene sentido cuando el hombre posee fortaleza espiritual, en el sentido antes indicado. Tal sugerencia, además, fue establecida para que el hombre adquiera esa fortaleza. Por el contrario, si desde una postura competitiva, y “perdedora”, se nos indica “amar al enemigo”, sentiremos que estamos beneficiando al que nos daña de alguna manera, incluso colaborando con el éxito del mal.

Una vez que hemos adquirido una actitud “ganadora”, indicando que hemos superado la etapa competitiva, ya no tendremos dificultades en perdonar ofensas por cuanto es posible que ni siquiera nos harán daño.

El débil es el caprichoso, que quiere recibir ventajas de los demás pero que es incapaz de ofrecer algo propio. Es exigente e intolerante y pretende imponer su criterio, buscando compensar de alguna manera su reducida autoestima. Tiene derechos antes que deberes y depende siempre de los demás.


VIDA PLENA

“No hemos recibido una vida breve, sino que la hemos hecho tal, y no somos pobres, sino pródigos con respecto a ella. Así como grandes y regias fortunas, cuando caen en manos de un mal dueño al punto son dilapidadas, mientras, aunque sean modestas, si son confiadas a un buen administrador, crecen por el uso que se les da, así nuestra existencia se extiende mucho para el que sabe aprovecharla bien” Lucio Anneo Séneca (“Sobre la brevedad de la vida”)

Una vida plena es aquella en la que, de adultos, llevamos a la realidad las ambiciones y proyectos establecidos desde adolescentes. De lo contrario, sin proyectos, nos sobrarán varios años de vida.

Cuando alguien se siente presionado por el paso del tiempo, es posible que lleve una vida activa, llena de acontecimientos, disponiendo eficazmente de su tiempo. La juventud es, en este caso, una época de anhelos y de proyectos, mientras que la edad adulta, e incluso la vejez, son etapas de realizaciones. Los esfuerzos y el trabajo asignado a cada proyecto serán tan intensos como importante sea para nosotros alcanzarlo.

Hay quienes no establecieron proyectos concretos para sus vidas, o bien sus anhelos no fueron tan importantes como para asignarles todos los esfuerzos posibles, o bien las circunstancias particulares lo impidieron. Tampoco es conveniente colocarse un reloj imaginario que va determinando la eficacia de nuestras acciones, ya que ello implicará cierta intranquilidad.

También existen personas que consideran que perder el tiempo, para sentirse bien, es una buena manera de invertirlo. Pero esto es válido principalmente para el descanso posterior al trabajo. De lo contrario se transforma en un ocio que diluye la vida y la hace intrascendente.

Muchas veces miramos nuestro pasado como el origen de los proyectos que no pudimos lograr. Cuando escuchamos canciones de épocas pasadas, nos surge cierta nostalgia al no haber utilizado el tiempo como hubiese sido conveniente. De ahí que a veces resulta adecuado observar nuestra vida como una parte de la humanidad. Apuleyo escribió: “Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos”.

Muchos de los que no encuentran un sentido para sus vidas sienten la necesidad de que exista una vida posterior a la muerte. Mientras que no saben qué hacer con su tiempo, ambicionan una vida posterior que no termine nunca.

Existe una influencia del futuro que presenta dos aspectos: la esperanza del Bien y el temor al Mal. Mientras mayor sea el temor, menor será la esperanza. Al respecto podemos decir que un temor excesivo nos paraliza (pesimismo), un temor normal nos hace previsores (realismo), mientras que la ausencia de temor puede hacernos sufrir innecesariamente (optimismo).


PREMIOS Y CASTIGOS

“En el fondo de cualquier estilo de vida mal adaptado o neurótico está la falta de cooperación y el sentimiento resultante de fracaso e inadaptación. En el centro de la mayoría de los problemas psicológicos está la preocupación por uno mismo más que por los demás” R. Frager y J. Fadiman (“Teorías de la Personalidad”)

Desde un punto de vista religioso, se llega a la conclusión de que nuestro mundo está ligado a la voluntad de un Creador que espera de los hombres el cumplimiento de sus designios. Así, quien los cumple tendrá el premio de la felicidad y quien los ignore tendrá el castigo de la infelicidad (u otros premios y castigos para después de la muerte).

En la actualidad, a partir de la visión que nos da la ciencia, podemos concluir que la naturaleza nos exige adaptarnos a sus leyes y que premia (con la felicidad) a quien adopta una actitud cooperativa, mientras que castiga (con la neurosis) a quien muestra una actitud competitiva. Incluso se asocian varias enfermedades posibles a quien padece algún tipo de neurosis.

Los “nuevos profetas”, tales como Pierre Teilhard de Chardin, Viktor Frankl, Alfred Adler y otros, han descubierto aspectos relacionados con el comportamiento humano que revelan en términos científicos lo que antes fue comunicado a los hombres mediante simbologías adecuadas. Podemos decir que la visión religiosa, compatible con la realidad, es un modelo de tipo “caja negra” de la interacción del hombre con la sociedad y de los efectos que en el individuo producen los distintos comportamientos posibles.

Resulta conveniente decir que la ciencia no ha de reemplazar a la religión, sino que ha de favorecer su mejoramiento. Incluso habrá de promover la unión de las religiones en caso de que, para sus dirigentes, sea más importante la verdad que el poder sectorial.


DISCRIMINACIÓN

“La discriminación supone un trato desigual e injusto para con determinado individuo, grupo o categoría social”. “La discriminación es un fenómeno consecuencia de prejuicios y de actitudes etnocéntricas, los cuales no sólo están asociadas a aspectos raciales sino también a la edad y al género” E. del Acebo Ibáñez y R.J. Brie (“Diccionario de Sociología”)

Para sentirse importantes, algunos individuos, que sospechan poseer pocos valores personales, buscan prestigio como integrantes del grupo al que pertenecen y creen que mayor será su valor si miran en menos a los integrantes de otros grupos. En realidad, poco sentido tiene combatir las actitudes discriminatorias sin tener presentes las motivaciones que las producen.

Últimamente ha surgido otro tipo de discriminación por medio del cual se trata de inculpar, casi por cualquier motivo, a quien se lo considerará, precisamente, como un “discriminador”. Y tal “discriminador” ha de ser considerado como un integrante del grupo de los “malos y perversos” de la sociedad. Amparados en el predominio del relativismo moral y cultural, hay quienes pretenden imponer ideologías, o bien costumbres, calificando a quienes se les oponen como “discriminadores”.

Es en el caso de los niños en quienes mejor se observa la falsedad del relativismo moral y cultural, por cuanto ellos no responden a cuestiones convencionales de la sociedad, precisamente porque existen actitudes que producen resultados deseados, mientras que otras producen resultados indeseados, en forma independiente a lo que ha convenido la sociedad.

Cuando alguien critica al que quiere imponer costumbres negativas, en el sentido indicado, pronto será acusado por “discriminar” al que promueve el libertinaje. El “discriminador” pasa a constituirse en alguien perverso, por lo que a su vez es discriminado en forma efectiva. El verdadero discriminador (el que quiere imponer sus costumbres sectoriales, o su ideología, poco vinculadas con el orden moral) es el que tiende a calificar como “malo y perverso” al que se opone a sus intentos.


BUENAS INTENCIONES

“Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” Aldous Huxley (“El fin y los medios”)

Se dice que el camino al infierno está plagado de buenas intenciones. Esto lo vemos claramente cuando alguien habla de las “buenas intenciones” de quienes, para implantar el comunismo, produjeron decenas de millones de víctimas. Con este mismo criterio deberíamos entonces decir que Adolf Hitler tenía buenas intenciones cuando expresó: “Cuando combato al judío combato a favor de la obra del Señor”. Incluso la Inquisición manifestaba que quemaba a los herejes para “purificar su alma pecadora”, o cosas por el estilo, para que pudieran ir al cielo.

Recordemos que la actitud ética presenta un doble aspecto. Un aspecto afectivo, asociado a las actitudes básicas del hombre y un aspecto cognitivo, capaz de prever los efectos de cada una de nuestras acciones. De ahí que resulte completamente absurdo hablar de las “buenas intenciones” de quienes produjeron la matanza de millones de personas sabiendo perfectamente lo que hacían.

Las ideologías nefastas, las que promovieron el totalitarismo (fascismo, nazismo, comunismo), están intactas y disponibles para favorecer nuevamente la violencia que reinó en otras épocas. Incluso en las universidades se siguen estudiando autores que promueven deliberadamente el odio entre sectores de la sociedad y se oponen abiertamente a las elementales normas éticas aceptadas desde tiempos inmemoriales; todo ello, sin embargo, con las aparentes buenas intenciones de beneficiar a los pobres.


ACTITUDES ANTISOCIALES

“Cuando conocí a Lenín, tuve mucha menos impresión de un gran hombre de lo que esperaba; mis más vívidas impresiones fueron de fanatismo y crueldad mogólica. Cuando le interrogué acerca del socialismo en la agricultura, me explicó con júbilo cómo había incitado a los campesinos más pobres contra los más ricos: «Y muy pronto les colgaron de los árboles más cercanos –ja, ja, ja !». Sus risotadas ante el recuerdo de los muertos hicieron que la sangre se me congelara” Bertrand Russell (“Ensayos impopulares”)

El ciudadano común recibe cotidianamente actitudes negativas que provienen del medio social, por lo que, al menos a un nivel subconsciente, tiende a considerarlo como si fuese una persona que tiene actitud propia, o al menos una actitud predominante.

Generalmente son los adultos, con mayor experiencia que sus hijos, quienes les informan acerca de las precauciones que deben tomar ante extraños; sugerencias que muchas veces son desestimadas por cuanto no forman parte de la propia experiencia personal, mientras que otras veces contagian al niño o al adolescente de una actitud negativa y pesimista.

Los líderes democráticos consideran que la sociedad ha de ser una entidad homogénea, presuponiendo una igualdad esencial en cuanto a los derechos y deberes de sus miembros. Por el contrario, los líderes demagógicos tienden a constituirse en defensores de los débiles ante la supuesta maldad de los que más tienen. Esta actitud favorece la discordia y puede llegar a impulsar situaciones de extrema violencia.

Los líderes demagógicos tienden a establecer gobiernos personalistas que se alejan cada vez más de las leyes establecidas y de la ética. Surgen del previo descontento social y tienden a aumentar las divisiones en lugar de disminuirlas.

El escritor Leonardo Sciascia relata que, durante un viaje a Sicilia, va a esperarlo una persona a un determinado lugar. Cuando emprenden la marcha, encuentran un árbol atravesado en el camino, por lo que el conductor se detiene, lo retira y pasa con el vehículo. Grande fue la sorpresa del escritor cuando el conductor se detiene nuevamente para volver a dejar al árbol en su lugar original. Cuando le pregunta porqué realizó tal acción, recibe como respuesta: “No quise pasar por tonto”. Esto nos muestra un aspecto de la actitud generalizada en muchas sociedades que, por lo general, resultan atrasadas respecto de aquéllas en las que predomina una actitud cooperativa.


FUERZAS DE UNIÓN Y DE DISPERSIÓN

“Debido a que los fenómenos económicos y sociales son tan arcanos, o al menos así lo parecen, y debido a que son susceptibles a escasas verificaciones convincentes, el individuo puede permitirse el lujo que no encuentra en los fenómenos físicos. Le es dado creer lo que quiera dentro de amplios límites y sostener sobre este mundo el punto de vista que más agradable le resulte o más de acuerdo esté con su propio gusto” John K. Galbraith (“La sociedad opulenta”)

En cuestiones sociales existe una pugna entre lo que es agradable, o deseable, y lo que es real, eligiendo el público lo agradable en lugar de lo real, por lo que de los políticos se esperará escuchar lo agradable en lugar de lo real. Todo ello está amparado por la imposibilidad de disponer de verificaciones convincentes de las descripciones de los fenómenos sociales. Esa incertidumbre básica es explotada por quienes habitualmente recurren al ocultamiento de la verdad, o a su reemplazo por la mentira, con las intenciones de lograr ventajas sectoriales o personales.

Podemos generalizar y decir que la verdad tiende a unir a los hombres, mientras que las verdades parciales y la mentira tienden a desunirlos. Como ejemplo de esto último tenemos el caso de la “ley” que mayor aceptación tiene a la luz de la sabiduría popular, y es la que pregona que un sector exclusivo de la sociedad tiene la culpa de todos los males que en ella y en el mundo existen (los judíos para los nazis, los burgueses para los marxistas, los EEUU para grandes sectores de la población, etc.)

Por “verdad” entendemos el conjunto de información comunicable que resulta compatible con la realidad. Pero ha de ser una verdad útil para ayudarnos a establecer decisiones adecuadas para nuestra vida. Desde un punto de vista religioso, a esa información se la denomina “saber de salvación”, por lo que también podemos denominarla como “conocimiento de adaptación”.

Tal verdad habrá de producir la unión de los hombres por cuanto miramos hacia las leyes naturales, exteriores al hombre, que a todos rigen por igual, tanto a creyentes como a no creyentes en su existencia. La verdad parcial, que no es más que una mutilación premeditada de la verdad general, o la ignorancia de la misma, se la predica con el objeto de lograr beneficios personales o sectoriales, justamente por tener esa “verdad” validez sólo para los posibles beneficiados.

La unión de los hombres surgirá cuando predomine la verdad de todos sobre las “verdades parciales” y la mentira. Pero ese predominio no depende tanto de la disponibilidad de información, sino de la honestidad de los hombres, en quienes debería predominar una auténtica vocación por la búsqueda y la difusión de la verdad.

La verdad simple y coherente debe reemplazar los misterios religiosos inaccesibles a la razón y al palabrerío confuso de la filosofía especulativa, que ahuyentan al individuo común de la posibilidad de compartir la información que a todos pertenece.

Así como existe la libertad del cuerpo, existe la libertad de la mente, y ella se logra cuando se posee la verdad. También puede decirse que alguien carece de libertad mental cuando es esclavizado por la mentira y por la información incompleta que incluso podrá llevarlo a ser dominado por el odio.

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