domingo, 11 de septiembre de 2011

III Ética

ACTITUD CARACTERÍSTICA

“Se puede definir una actitud como la tendencia o predisposición aprendida, más o menos generalizada y de tono afectivo, a responder de un modo bastante persistente y característico, por lo común positiva o negativamente (a favor o en contra), con referencia a una situación, idea, valor, objeto o clase de objetos materiales, o a una persona o grupo de personas” Kimball Young

Como el propio ser humano es cognoscible y predecible, deberá también estar regido por leyes naturales, de ahí la existencia de las ciencias del comportamiento, o ciencias sociales. Podemos decir que la ley natural básica que describe el comportamiento individual es una relación que proviene de la Psicología Social y es el concepto de actitud, que podemos definir de la siguiente forma:

Respuesta (Acción) = Actitud característica x Estímulo

Debido a que llevamos depositada en nuestra memoria la influencia del pasado, la actitud frente a la vida estará relacionada con la visión que tengamos del mundo que nos rodea. De ahí aquello de que “lo que influye en cada uno de nosotros depende de la opinión que tengamos de los hechos antes que de los hechos mismos”. Por lo que nuestra actitud cambiará si también lo hacen nuestras opiniones y nuestras creencias.

Nuestra actitud es afectada por las actitudes de los demás, ya que influyen sobre ella y pueden modificarla, favorable o desfavorablemente; éstas son, por consiguiente, determinantes esenciales del desarrollo de la personalidad y de la conducta.

Es posible decir que existe una actitud característica en cada persona, por lo que habrá tantas actitudes distintas como personas existan en el mundo. Tal actitud, justamente, caracteriza a cada ser humano, pero, como se dijo antes, no es una respuesta fija o permanente, sino que puede cambiar debido a la educación o, en general, debido a la influencia recibida desde el medio social.


ÉTICA OBJETIVA

“Si llegamos a ponernos de acuerdo sobre algunas proposiciones éticas fundamentales, otras podrán ser derivadas de ellas. Tales premisas éticas desempeñan en moral un papel análogo al que los axiomas representan en matemáticas” Albert Einstein

A partir de las dos tendencias básicas del hombre (cooperación y competencia) podemos clasificar las actitudes básicas que responden a ellas. La cooperación promueve la felicidad mientras que la competencia promueve la infelicidad, como tendencias consideradas sobre el mediano y el largo plazo.

Incluso podemos construir una “ética natural”, de validez general, determinando cuáles actitudes básicas llevan al Bien (felicidad) y cuáles al Mal (infelicidad). La clasificación propuesta es la siguiente:

Cooperación: Amor (compartir las penas y las alegrías de los demás)

Competencia: Odio (Alegrarse de las penas ajenas y entristecerse por su alegría),

Egoísmo (Interesarse sólo por el éxito de uno mismo)

Otra actitud: Negligencia (No interesarse por los demás ni por uno mismo)

Mediante la actitud del amor, aumenta la felicidad promedio de la sociedad, por cuanto tratamos de compartir las alegrías de los demás y a reducir sus penas. Mediante el odio disminuye la felicidad promedio de la sociedad, por cuanto tratamos de favorecer el sufrimiento ajeno y a limitar su alegría.

Es evidente que hemos encontrado una ética natural, ya que hemos podido definir tanto el Bien y el Mal, como también hemos podido determinar cuáles actitudes llevan a uno y a otro resultado. Sintetizando:

Bien: Amor

Mal: Odio, Egoísmo, Negligencia

Puede decirse que estas cuatro actitudes, y las posibles superposiciones de ellas, cubren prácticamente todo el espectro de las respuestas afectivas posibles. Como la ética está relacionada a aspectos afectivos de la conducta, disponemos de los elementos básicos para establecer una ética natural y objetiva, de validez general.


RELATIVISMO MORAL

“El error fatal de Nietzsche se halla precisamente en la doctrina que en su tiempo causó mayor sensación: la doctrina de la ‘transmutación de todos los valores’. En ella se ocultaba la tesis del relativismo moral” Nicolai Hartmann (“Tratado de Filosofía” Cita)

El relativismo moral es la postura filosófica que niega la posibilidad de universalizar creencias o conocimientos éticos. Implica que la ética, como rama del conocimiento, no habría de entrar en el ámbito de la filosofía ni de la ciencia, por cuanto habría de tener una validez limitada.

Hasta aquí hemos visto cómo es posible establecer una ética natural partiendo de conceptos accesibles a la observación y convalidados por gran cantidad de pensadores de distintas épocas. Si no existiese el Bien, ni el camino para lograrlo, entonces no habría que buscarlo.

Tanto el amor, como el odio, el egoísmo y la negligencia son actitudes que producen efectos similares en cualquier época y en cualquier sociedad. Las tendencias a la cooperación y a la competencia se derivan de aspectos inherentes a la evolución biológica y no a cuestiones culturales que puedan tener un origen y una validez subjetiva.

Las mayores catástrofes sociales que recuerda la humanidad fueron realizadas por los nazis y por los comunistas. Mientras que los primeros adoptaron la filosofía de Friedrich Nietzsche, los segundos adoptaron la filosofía de Karl Marx, para quien también la moral tiene validez relativa; precisamente asociaba esa validez a la clase social en donde se origina la propuesta ética.

La esencia del sentido de la vida radica en la existencia de una orientación hacia el logro del Bien. Si anulamos su validez, anulamos tal orientación y el vacío existencial no está lejos de alcanzarse.


DIMENSIONES HUMANAS

“Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará tu corazón” Cristo (“Evangelios”)

Una idea simple nos permite considerar al hombre como un ser viviente que responde a tres aspectos básicos de su conformación. Debido a que tenemos cuerpo, mente y sentimientos, nuestras ambiciones y nuestros proyectos consisten esencialmente en tratar de satisfacer a todos ellos. Sin embargo, en épocas de crisis se hace evidente la búsqueda preponderante de la satisfacción de uno de ellos, apareciendo lo que podríamos denominar “el hombre mutilado”.

Muchos eligen satisfacer al cuerpo, buscando comodidades y placer inmediato, como meta para sus vidas. Unos pocos eligen al conocimiento y al intelecto como objetivos principales de su búsqueda, mientras que otros encuentran en las satisfacciones morales, o éticas, la principal fuente de felicidad.

El comportamiento ético está basado en la búsqueda de satisfacciones asociadas a nuestros sentimientos, mientras que una exclusiva búsqueda de la felicidad en lo material o en lo intelectual, alejará al hombre del comportamiento deseable. De ahí que deba sugerirse una búsqueda equilibrada de felicidad, priorizando los aspectos éticos y afectivos sobre los restantes.

Hay quienes suponen que debemos “sacrificarnos” para renunciar a la búsqueda del placer y de lo material. En ese caso, poco éxito habrá de lograrse por cuanto en la mente sigue existiendo la idea de que lo material tiene más valor, o brinda mayor felicidad, que lo afectivo. Antes de orientar nuestras acciones, deberá existir una aceptación consciente de que el propio orden natural ha previsto la existencia de la cooperación entre los hombres, en lugar de “diseñarnos” como simples seres vivientes destinados al placer y a la diversión.

El consumismo y el masivo derroche tienden a producir serios deterioros ambientales que habrán de corregirse adoptando una distinta meta para nuestras vidas. En el centro de todos los problemas ambientales, además de los problemas sociales, existen actitudes personales inadecuadas.

La escala de valores preponderante en cada uno de nosotros nos guiará hacia el camino elegido para llegar a la felicidad, y de ahí surgirá tanto el nivel ético, como el intelectual y el estético resultantes. La elección del mejor camino está ligada al conocimiento, por lo que el Bien ha de seguir de cerca a la Verdad.


ÉTICA COMPETITIVA

“Esta denominación (nietzscheísmo) es tanto más indicada cuanto que a estas personas les atrae generalmente Nietzsche y profesan en seguida, después de su lectura, la moral de los ‘amos y los esclavos’. Colocándose entre los ‘amos’ encargados de aplastar a una humanidad de esclavos, dan satisfacción a sus reacciones de compensación, de odio y de orgullo desmesurado” Henri Baruk (“Psiquiatría moral experimental”)

No sólo existen éticas cooperativas, como podría pensarse, ya que también se han propuesto éticas que acentúan desigualdades y promueven actitudes poco solidarias. Este es el caso de Friedrich Nietzsche, quien se oponía al cristianismo y consideraba como una debilidad la compasión.

Si bien es aceptable la idea de contemplar las leyes naturales teniéndolas en cuenta antes de establecer nuestras decisiones, la cuestión implica también considerar cuáles, entre la enorme cantidad de leyes naturales, serán las que debemos tomar como referencia.

Durante el siglo XIX aparece la teoría de la evolución por selección natural. Esta ley de la biología fue adoptada como referencia por varios intelectuales de la época. Conocida como “darwinismo social”, esta ética competitiva en realidad sólo servía para justificar comportamientos totalmente alejados de la cooperación. La “ética” de Nietszche se identifica con la postura mencionada, siendo posteriormente el nazismo el que justifica sus acciones al fundamentarlas parcialmente en los escritos del mencionado filósofo.


OTRA ÉTICA COMPETITIVA

“La llamada ‘democracia popular’ es un camuflage. Esta dictadura del proletariado tiene que destruir definitivamente a la burguesía y nacionalizar los medios de producción….” Witold Gombrowicz (“Curso de Filosofía en seis horas y cuarto”)

La ética de Nietzsche es competitiva, pero ubicándose en la posición de los fuertes, mientras que la ética de Marx también lo es, pero se ubica en la posición de los débiles. Consiste esencialmente en culpar a la burguesía por todos los males de la sociedad. De ahí que promueve la lucha de clases y el derrumbamiento del orden social, favoreciendo el advenimiento de la “dictadura del proletariado”.

Al suponer que el hombre actúa sólo por influencia del medio social, estima que el Estado habría de disolverse luego de algún tiempo de ejercicio de la dictadura mencionada y ante el supuesto mejoramiento ético inducido por el socialismo. Entonces habría de comenzar a regir el lema: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”.

Al suponer que el paraíso habría de resurgir de los escombros de la sociedad burguesa anterior, promueve la destrucción material y espiritual de la misma. Los pronósticos de Marx nunca se cumplieron; seguramente por partir de bases poco ciertas.

La solución liberal es mucho más simple; que cada uno produzca lo que pueda, mientras que, con los impuestos proporcionales a las ganancias, se compensará eficazmente el trabajo deficitario de quienes, por alguna razón, estén impedidos a realizarlo.


ENTRE EL ALTRUISMO Y EL EGOÍSMO

“Esta es la esencia de la moral del altruismo: cuanto más grande el logro de un hombre más grande la necesidad que la sociedad tiene de él, más cruel es el tratamiento que recibe y más cerca llega él al estatus de un animal de sacrificio” Ayn Rand (“La virtud del egoísmo”)

Las posturas filosóficas y morales más influyentes en los últimos tiempos han sido el socialismo y el capitalismo. Basados en la moral altruista el primero, y en el egoísmo el segundo, requieren algún comentario especial.

El socialismo de Karl Marx muestra una etapa revolucionaria en la cual se promueve el derrumbamiento violento de la sociedad burguesa, aún con asesinatos de por medio si ello es necesario, seguido de la expropiación de los medios de producción; mediante el robo legalizado. De ahí que esta postura muestra una total carencia de atributos éticos.

En la etapa “celestial”, una vez consolidada la sociedad comunista, el individuo se adaptaría a las condiciones de vida impuestas y predominaría el altruismo, que es interpretado como el sacrificio voluntario del individuo en beneficio de la sociedad. Quienes mayores aptitudes poseen para el trabajo y la creatividad, realizarían sus actividades conformándose con recibir las mismas retribuciones materiales que aquellos que poco aportaron a la sociedad.

Para algunos, caben dudas acerca de la sinceridad de Marx respecto del altruismo que predica para la segunda etapa de la sociedad por él propuesta, ya que previamente favorece el odio de clases promoviendo tácitamente la violencia. Para otros no caben dudas, y el altruismo es sólo una pantalla que se utiliza para esconder oscuras intenciones.

Si buscamos un ejemplo de altruismo, podemos pensar en la Madre Teresa de Calcuta. En realidad, su elevada capacidad de amar excluye cualquier tipo de “sacrificio” asociado a su obra a favor de los pobres. Por el contrario, seguramente sentiría una gran felicidad al poder ser útil a los demás. El altruismo, por el contrario, implica cierto sacrificio personal cuando el amor existente no es el óptimo. Nicolás Berdiaeff escribió: “Se habla de altruismo cuando el amor se enfría y muere”.

De todas formas, debemos tratar de “elegir” alguna de las actitudes básicas del hombre, en lugar de “inventar” alguna no prevista por la naturaleza. Si elegimos el amor, para que nuestras acciones estén asociadas a un beneficio simultáneo en todas las interacciones sociales, estamos considerando un aspecto más de la tendencia a compartir penas y alegrías de los demás, por lo que tal beneficio simultáneo no sólo debe contemplar beneficios materiales sino, sobre todo, satisfacciones morales. Y el altruismo, según se definió antes, no tendría razón de ser.

En cuanto al capitalismo, se ha afirmado muchas veces que los óptimos resultados económicos, dentro del marco del mercado libre, requiere de actitudes competitivas y del egoísmo personal de los actores. Sin embargo, así como en una disputa deportiva existe la posibilidad de tener éxito mientras cada uno compite consigo mismo, triunfando, indirectamente, sobre los demás, en la economía se pueden lograr óptimos resultados a partir de una postura cooperativa, como lo evidencian algunos grupos de comerciantes de pequeña escala.

La actitud egoísta, tarde o temprano, perjudicará a los demás participantes del proceso de producción y distribución de los bienes o servicios realizados. Es hora de que se contemple la posibilidad de apuntar hacia mayores niveles de gratificaciones de tipo moral. Es oportuno señalar que algunas estadísticas confirman que, a partir de cierto nivel económico adquirido, aumentos posteriores de tal nivel no incrementan significativamente el grado de felicidad logrado.

Cuando se habla de la “tercera vía”, como una alternativa entre altruismo y egoísmo, o entre socialismo y capitalismo, podemos hablar de la actitud cooperativa, que busca en todos los casos un beneficio simultáneo entre los participantes de todo intercambio o transacción.


ÉTICA DESDE LA CIENCIA

“Vana es la palabra del filósofo que no remedia ningún sufrimiento del hombre. Porque así como no es útil la medicina si no suprime las enfermedades del cuerpo, así tampoco la filosofía, si no suprime los sufrimientos del alma” Epicuro

Tanto la filosofía como las ramas humanísticas de la ciencia deberían proponer éticas concretas en lugar de limitarse a descripciones sin conclusiones prácticas. Incluso se habrá logrado un progreso significativo en cuanto se puedan establecer criterios respecto de la influencia que toda propuesta tiene en el ciudadano común.

No sólo se deben proponer actitudes concretas, sino que también habría de brindarse “antídotos” para limitar los efectos de ciertas tendencias, filosóficas o religiosas, que promueven el odio a nivel generalizado.

Desde las ciencias sociales se discute acerca de si éstas deberían, o no, proponer sugerencias acerca de lo que el hombre “debe ser”, en lugar de limitarse a describir simplemente lo que el hombre “es”. Justamente, quienes conocen de estos temas son las personas indicadas para hacer estas propuestas.

No es necesario, sin embargo, que uno establezca éticas novedosas o inéditas, ya que podrían adoptarse algunas de las ya propuestas, en filosofía y religión, para reelaborarlas adaptándolas al método de la ciencia experimental. De lo contrario, se seguirá dando vueltas en el terreno vicioso de la simple especulación, descartando el carácter científico que es deseable lograr.


ÉTICA INDIVIDUALISTA

“El principio social básico de la ética objetivista es que, así como la vida es un fin en sí misma, todo ser humano viviente es un fin en sí mismo, y no el medio para los fines o el bienestar de otros; en consecuencia, el hombre debe vivir para su propio provecho, sin sacrificarse por los demás y sin sacrificar a los demás para su beneficio” Ayn Rand (“La virtud del egoísmo”)

Así como existen éticas cooperativas y competitivas, también podemos considerarlas según que el destinatario aparente sea el individuo o bien la sociedad, dando lugar a éticas individualistas, en un caso, y colectivistas en el otro caso. La ética individualista no es, necesariamente, egoísta, ya que la ética del amor es individualista, aunque sus resultados sean favorables a toda la comunidad.

Antes de la aparición del capitalismo, el objetivo de la ética predominante en Europa era el logro del bien común, de la sociedad, y no tanto del individuo, que debía sacrificarse en beneficio de los demás.

Desde el punto de vista colectivista, es mala toda acción realizada en beneficio propio mientras que es buena si se realiza en beneficio de los demás. Por ello no resulta extraña la conclusión de quienes equiparan al empresario con el delincuente aduciendo que ambos buscan beneficios para ellos mismos. También consideran como aceptables las acciones que un dictador comete; aunque sean atropellos y atrocidades, ya que lo hace buscando el beneficio de los demás.

Esto permite entender la razón por la cual se perdona el accionar de algunos terroristas, para quienes la vida de sus opositores poco vale, ya que los asesinatos se aceptan si son motivados por “fines superiores”, tal la implantación del socialismo.

Cuando se producen beneficios simultáneos en uno y en los demás, seguramente se seguirá haciéndolo durante toda la vida, mientras que el que se perjudica para beneficiar a los demás, poco entusiasmo tendrá para seguir actuando de esa forma. El lema adoptado por el marxismo (“De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”) trae implícita la ética altruista, que, a la larga, promueve la inacción. La moral altruista, en la era comunista, estaba asociada a una extraña mezcla de hipocresía y culpa, porque ni la aceptaban ni la practicaban, y porque no se atrevían a rechazarla.


LA LEY DEL CÉSAR

“Lo legal no es el bien. Lo ilegal no es el mal. Cuando se ignora esta diferencia para contentarse con cumplir con la legalidad (cuando el respeto de la democracia sustituye a la conciencia moral), nos encontramos ya en la barbarie democrática” André Comte-Sponville (“El capitalismo. ¿Es moral?”)

La ley humana, que proviene del Derecho, nos prohíbe hacer el mal pero no nos obliga a hacer el bien. De ahí que no podemos tomarla como referencia como una moral a adoptar. En cambio, su incumplimiento vendrá asociado, en general, a fallas de tipo moral. La buena persona es la que hace el bien, y no la que no hace el mal, mientras que si no hace el bien ni el mal, su actitud moral será neutra.

Existen éticas positivas, en el sentido de que nos ordenan o sugieren realizar tal o cual acción, o adoptar tal o cual actitud, mientras que las éticas negativas sólo prohíben acciones determinadas. Si uno se encierra solo en una habitación, puede cumplir con el “no matarás”, “no mentirás” y demás, pero no hace el bien a nadie, de ahí que no sea meritorio su cumplimento. Sin embargo, en severas épocas de crisis, haríamos enormes progresos sociales si al menos cumpliéramos con los dos mandamientos mencionados.

En la actualidad, una vez que se han visto las ventajas de la economía de mercado, muchos optan por justificar cualquier acción a partir de la validez de la ley de la oferta y la demanda. Una cosa es reconocer las ventajas que tal tipo de economía presenta para la sociedad, y otra muy distinta es la justificación de hacer el mal, o de no hacer el bien, cuando se presenta la oportunidad, aduciendo que “el precio de mercado me obliga a cobrar o a pagar tanta cantidad de dinero”.

Incluso la propia sociedad critica al que paga a sus empleados más allá del precio de mercado o cuando cobra alquileres algo menores que los indicados por esa referencia. El hombre es presionado a dejar la ética natural para orientarse por valores económicos; lo que lo llevará, tarde o temprano, a estar desorientado en la vida.


GOBIERNO PARA TODOS

“Busca el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura” Cristo (“Evangelios”)

Para evitar el gobierno directo del hombre sobre el hombre, se vislumbró la posibilidad de establecer leyes para lograr así un gobierno indirecto. El juez se encarga de hacer elásticas a las leyes decidiendo sobre aquellos aspectos que no están explícitos en el marco de las mismas. El gobierno indirecto de las leyes, hace que el individuo no pierda su libertad e impide los posibles excesos de los gobernantes.

Según Aristóteles, la monarquía puede degenerar en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en demagogia, o populismo. La corrupción de los gobiernos se debe principalmente a que sus decisiones no resultan favorables a todos los habitantes, sino a unos pocos. Cuando ello sucede, deja de existir el gobierno indirecto de las leyes para llegar al gobierno directo por parte de las autoridades, o bien al caos.

Así como el orden social está fundamentado en las leyes establecidas desde el Estado, también podemos hablar de un orden natural fundamentado en las leyes naturales que rigen todo lo existente. Así como tratamos de adaptarnos a las leyes humanas, también debemos tratar de adaptarnos a las leyes naturales mencionadas.

Si el autor o creador de estas últimas, Dios o la naturaleza, ejerce cierto gobierno sobre el hombre, ha de ser un gobierno indirecto. De ahí que podemos decir que existe un gobierno de Dios sobre el hombre, siendo posible interpretar el concepto central de la Biblia, el Reino de Dios, como una sugerencia para que nos adaptemos al orden natural.

Mediante esta interpretación, es posible considerar al cristianismo como una religión natural, en lugar de la habitual consideración de sobrenatural o revelada, por cuanto la existencia de leyes invariantes hace innecesaria toda intervención divina en el sentido de que interrumpa o anule temporalmente las leyes naturales y el orden establecido.

Lo interesante es que este intermediario entre Dios (o la naturaleza) y los hombres, tal el caso de las leyes naturales, es un intermediario objetivo, que puede llegar a ser común a todas las religiones e incluso a la ciencia experimental. Cada ley puede ser conocida y verificada experimentalmente, al menos en principio, por lo que el logro de una ética objetiva, de aceptación generalizada, no es algo imposible de lograr.


TÉRMINO MEDIO

“El término medio aristotélico significa una crítica tanto del ascetismo, que condena todos los impulsos naturales, como al naturalismo, que coloca los impulsos naturales por encima de todo. Si la virtud está en el medio, el vicio está en los extremos. La virtud consiste en el medio, pero, es un extremo en cuanto a su perfección” Guillermo A. Obiols (“Curso de Lógica y Filosofía”)

Aristóteles promovía una ética del término medio, ya que disminuyendo o aumentando cierta actitud hasta los extremos, deja de ser una virtud para convertirse en un defecto. Para ilustrar la idea podemos tomar como ejemplo a la valentía, como término medio, con la cobardía y la temeridad como casos extremos. Si alguien tiene mucho temor, seguramente tenderá a la inacción buscando seguridad. Si alguien tiene muy poco temor, llegando hasta la imprudencia, arriesgará su vida en cada momento y es posible que la pierda fácilmente. Es evidente que el término medio, entre ambas actitudes, es el que mejor resultados producirá.

La ética tiene como objetivo dar sugerencias generales respecto de la actitud a adoptar frente a la vida, pero no podrá prever cada una de las posibles variantes que podrán ocurrir. Es el mismo caso del legislador que establece una norma, mientras que es el juez quien dictamina en cuánto el infractor se desvió de la norma. La ética debe utilizarse para orientar al individuo y no para juzgar sus acciones.

Las acciones humanas siguen dos tendencias que pueden ser contradictorias (competencia y cooperación) por lo que es oportuno preguntarse si aquí también es apropiado utilizar el criterio del término medio de Aristóteles. Es posible que tanto la competencia como la cooperación hayan sido ventajas adaptativas que apuntaron a fortalecer nuestra supervivencia. Queda al hombre discernir acerca de cuál es la proporción óptima que producirá el mejor resultado.

La competencia favorece el progreso individual, mientras que la ausencia de competitividad puede traer asociado el atraso y la inacción. La cooperación favorece el progreso social, mientras que su ausencia puede traer asociados el caos y la violencia. De ahí que el criterio del término medio también aquí parece funcionar.

Una solución interesante podría consistir en vincular nuestro espíritu competitivo a nuestra actitud cooperativa. Así, no sería descabellado decir que la Madre Teresa de Calcuta tenía un “elevado espíritu competitivo” ya que buscaba ser la persona más solidaria del mundo, y de esa forma la óptima felicidad. Si, en definitiva, todos buscamos la felicidad y disponemos de dos tendencias naturales que nos presionan, queda como solución competir en la búsqueda de la felicidad tratando de ser cada vez más cooperativos.

Las dos principales tendencias sociales y económicas, de los últimos tiempos, son aquéllas que promueven, como fundamento de la sociedad, a la competencia (capitalismo privado) y a la cooperación (socialismo), excluyendo casi totalmente la otra actitud, y no han tenido los resultados esperados porque han descuidado, precisamente, el término medio.

Si alguna vez se solucionan los graves problemas sociales que aquejan a la humanidad, será porque habremos podido llegar al término medio entre competencia y cooperación, distinguiéndose dos etapas nítidas en la historia de la humanidad. Será, además, la época del triunfo del Bien sobre el Mal.

1) Era de la competencia: Predominan el egoísmo y el odio. Se busca el poder. Hay guerras y surgen imperios. Gandhi dijo: “Siempre ha sido un misterio para mí cómo puede haber hombres que se sientan honrados con la humillación de sus semejantes”.
2) Era del término medio y la cooperación: Predomina el amor al prójimo. Gandhi dijo: “Sé el cambio que quieras ver en el mundo”


SOLIDARIDAD

“Violencia: reclamar derechos sin aceptar el cumplimiento de los deberes que les son correlativos. Injusticia: imponer deberes sin respetar los derechos correspondientes. Por eso la solidaridad puede considerarse definida en la más sencilla fórmula de moral social: Ningún deber sin derechos, ningún derecho sin deberes” José Ingenieros (“Las fuerzas morales”)

La posmodernidad puede caracterizarse, entre otros aspectos, por la preponderancia de la búsqueda de nuestros derechos sin importar tanto nuestros deberes. A tal actitud también le ha de corresponder una imposición de deberes a los demás con cierta renuncia a sus propios derechos. La posmodernidad, por lo tanto, se caracteriza por la ausencia de solidaridad y su reemplazo por la violencia y de la injusticia, según las definiciones dadas al respecto por José Ingenieros.

El violento es el que trata de imponer sus derechos ignorando totalmente los deberes respectivos, que son los derechos de los demás, incluso los elementales derechos a la vida. El injusto es el que exige de los demás el cumplimiento de sus deberes ignorando sus derechos elementales. El egoísmo extremo, junto al odio, de los cuales proviene la violencia y la injusticia, se ha legitimado en las sociedades actuales desplazando al amor, del cual proviene la solidaridad.


OBLIGACIONES MORALES

“Lo que se llama ‘nuestro deber’ no es más que ‘la libertad de los otros’: es la libertad nuestra, que paga el respeto que ‘debe’ a la libertad del otro” Juan Bautista Alberdi (“Nuevo Diccionario Antológico”)

Las obligaciones morales son aquéllas que surgen de nuestra capacidad afectiva e involucran incluso al propio individuo que no se permite a sí mismo desviarse del camino ético propuesto. Estas obligaciones nos las imponemos a nosotros mismos y son una consecuencia inmediata de haber adoptado como valor prioritario en la vida a los aspectos éticos, por sobre los estéticos o los intelectuales.

Quienes sostienen que el hombre, por naturaleza, es incapaz de actuar en forma ética cuando dispone de libertad suficiente, olvidan que no hace tanto tiempo predominaba en las personas el sentimiento del honor y de la integridad moral, que los conducía por el buen camino sin la presión del temor a algún tipo de sanción exterior, ya fuera social o legal.

Mientras que en la corrompida Babilonia era necesaria la presencia de un testigo en cada intercambio o en cada pacto establecido entre dos personas, en épocas recientes eran comunes los pactos “de palabra”. Los inventores del avión, los hermanos Wright, que no querían mostrar su prototipo para evitar plagios, se ofendieron cuando los militares de EEUU no creyeron en su palabra y pedían observar el avión que se les ofrecía para su compra. La actitud de los Wright era algo natural en esa época, pero resulta llamativa en épocas en que predomina la crisis moral.

Quien actúa en su vida guiado por obligaciones morales, contrasta con la predominante actitud del “noble déspota”, ya que el primero piensa en sus obligaciones mientras que el segundo exige respeto a sus derechos y el cumplimiento de los deberes ajenos, mientras que ignora sus obligaciones tanto como los derechos de los demás.

La mayor oposición al surgimiento de la mentalidad que prioriza el orgullo ético, es la proliferación de éticas altruistas que asocian su cumplimiento, no a la felicidad, sino a la poco natural tendencia a perjudicarse individualmente en beneficio de la sociedad o del Estado. Por el contrario, cuando estemos convencidos de que la mejora ética implicará felicidad para todos, es posible que las cosas cambien radicalmente.

Quienes adoptan para sus vidas obligaciones morales, no necesitarán otro tipo de obligaciones, incluso adoptarán la responsabilidad, entre otros aspectos, de realizar inversiones con una óptima utilidad social sin que ninguna ley les obligue a ello.

Debemos imponernos obligaciones morales para que, mediante el ejemplo, podamos presionar a los demás en el mismo sentido. Esto contrasta con la generalizada actitud hipócrita de quienes se enorgullecen de ser “generosos con los bienes ajenos” respecto de los cuales siempre están dispuestos a repartir.


CONCIENCIA MORAL

“Los remordimientos son en el hombre normal el mecanismo regulador esencial que controla las conductas. Sin este mecanismo regulador, el hombre se volvería un monstruo, un pervertido, un loco moral. Ahora bien, parece ser que para algunos psiquiatras actuales la meta que hay que alcanzar es transformar la humanidad en una sociedad de seres desprovistos de conciencia moral, es decir, de pervertidos y de monstruos” Henri Baruk (“Psiquiatría moral experimental”)

El hecho de disponer en nuestro cerebro de una parte especializada en la regulación de nuestro comportamiento ético, como una consecuencia del proceso evolutivo, es un indicio de que tal comportamiento ha de presentar ventajas favorables para nuestra supervivencia. El incorrecto funcionamiento de tales áreas producirá efectos opuestos al mencionado.

El conocimiento de las causas y de los efectos que les seguirán, cuyo vínculo constituye la ley natural respectiva, puede ser interpretado y guardado en nuestra memoria. De esa forma, cada vez que aparece cierta causa, podremos prever el efecto, o los efectos, que le seguirán necesariamente.

La conciencia moral sigue un proceso similar, sólo que realiza un “trabajo especializado” mediante el cual califica las causas como buenas o malas según buenos o malos sean los efectos correspondientes (con una transición gradual entre ambos extremos). Así, un castigo corporal (causa) será calificado en función del efecto correspondiente (sufrimiento). Este efecto es fácilmente imaginable por quien lleva en su memoria casos similares observados o bien padecidos en forma directa.

La palabra “consciente”, precisamente, nos indica que somos conocedores plenos de los efectos que producirá cada una de nuestras acciones.

Ciertas operaciones quirúrgicas, practicadas en el cerebro (sobre los lóbulos frontales), que luego dejaron de emplearse, afectaban a la zona del mismo que estaba asociada a la conciencia moral, por lo que afectó el comportamiento emocional del individuo involucrado produciendo efectos altamente indeseables.

En un mundo reglamentado por leyes naturales, los efectos siguen a las causas que los producen en forma independiente del tiempo. De ahí que, a iguales causas les seguirán iguales efectos. Tanto el amor, como el egoísmo, el odio y la negligencia producirán efectos similares en los distintos pueblos y en las distintas épocas, ya que son actitudes derivadas de emociones que forman parte de procesos asociados a nuestra herencia biológica. De ahí que podamos hablar de cierta ética natural de carácter objetivo.

El relativismo moral produce, como consecuencia inmediata, la pérdida paulatina de la conciencia moral. Si se considera que no existen causas objetivas que producen el Bien y el Mal, sino que tales conceptos son puramente convencionales, tiende a anularse el proceso asociado a la conciencia moral, produciendo efectos similares a los ocasionados por la mencionada operación quirúrgica. Todo lo que se puede destruir actuando sobre el “hardware” de una persona, podrá también destruirse actuando de alguna manera sobre el “software” de la misma.


JUSTICIA

“La idea de que los buenos deberían ser felices porque son dignos de la felicidad y que los malos deberían ser desgraciados porque no son dignos de la felicidad es el fundamento del concepto ético de justicia” Agnes Heller (“Más allá de la justicia”)

Muchos autores destacan que la felicidad es la recompensa a la bondad, mientras que la infelicidad es el castigo a la maldad. De ahí que no habría necesidad de un Dios que “desde arriba” distribuyera premios y castigos según buenas o malas sean las acciones humanas.

Mientras que la no intervención de Dios en cuestiones humanas es considerada como una prueba de su inexistencia, debemos decir que, por el contrario, la distribución automática de premios y castigos es también una forma de “existencia”, potencial en este caso, equivalente a su presencia. A esta altura de la civilización, debemos cambiar la imagen de un Dios poderoso que cambia las reglas del juego a la de un Dios inteligente que ha realizado el diseño del mundo y al cual nos debemos adaptar por nuestra propia cuenta y riesgo. “Dios es real porque produce efectos reales”, estableció William James.

Aún existiendo la posibilidad de cierta distribución automática de premios y castigos, caen fuera del proceso de la justicia aquellos acontecimientos fortuitos que destruyen una vida y que no tienen en cuenta mérito o culpa alguna. Por ello nuestra naturaleza humana nos ha provisto de la capacidad de prever los acontecimientos que podrán sucedernos y de la dosis de miedo necesaria para evitar los riesgos que atentarán contra nuestra vida.


LIBERTINAJE

“Lo que antes eran vicios son ahora costumbres” Lucio Anneo Séneca

En los últimos tiempos, los medios masivos de comunicación, junto a la preponderancia del relativismo moral, han ido destruyendo, en forma sistemática, los valores éticos esenciales de la sociedad. Mientras que el docente cuida sus palabras y actitudes frente a sus alumnos, tratando de no perjudicarlos en algún sentido, quienes dirigen programas televisivos, por el contrario, no muestran el menor interés respecto de las actitudes y tendencias que impondrán a millones de espectadores.

La televisión toma contacto con lo que sucede en la realidad, aunque sea una realidad poco favorable al hombre. Luego, esa realidad se difunde públicamente para tomar mayor fuerza, lo que constituye un sistema realimentado positivamente y que tiene como resultado inmediato la legitimación pública de actitudes violentas, o carentes de respeto a los demás miembros de la sociedad.

Una de las actitudes impuesta y legitimada por la televisión es la burla. Mientras que las drogas hacen que el individuo se sienta, momentáneamente, en un mundo de gratas sensaciones para luego tener que soportar el duro golpe contra la realidad, la burla hace sentir al que la manifiesta ciertos instantes de superioridad por cuanto ha podido degradar a cualquier ser humano encontrándole algún defecto. Luego vendrá el golpe contra el mundo real por cuanto tarde o temprano se dará cuenta de que ha caído en el lugar más bajo en que un hombre puede ubicarse.

Quienes adhieren al relativismo moral encontrarán falto de sentido al término “libertinaje”. En este caso, si bien es posible que no existan pruebas racionales para esclarecer la situación, deberían comprobar en la propia sociedad los efectos nefastos que está produciendo el lema generalizado del “todo vale”.


POSMODERNIDAD

“Una actitud que asombra y que sin embargo aparece natural, es una especie de paso desde la ética de los deberes a la ética de los derechos en los últimos veinte años. La ética siempre fue una disciplina ocupada del deber ser, o sea, la que discernía entre lo que se quiere y se puede hacer, y a su vez, lo que cabe hacer sin evadirse de lo correcto”. “Se reclama si se vulnera el más pequeño de los derechos, y de hecho suena mal hacerle presente a alguien sus deberes. Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes. Parece curioso sin embargo que la situación engendrada por este paso a la ética del posdeber, no haya provocado un caos en la vida social, como sería lo esperado” Armando Roa (“Modernidad y posmodernidad”)

Cuando buscamos el respeto riguroso de nuestros derechos, y poca importancia le damos a nuestros deberes (generalmente los derechos de los demás), estamos en una situación en la que prevalece netamente el egoísmo.

Favorecida por los avances tecnológicos en materia de comunicaciones, se va estableciendo una mentalidad generalizada que tiende a globalizarse. La mentalidad predominante, conocida como “posmodernidad”, puede caracterizarse por el predominio de dos conceptos básicos:

a) Relativismo moral y cultural
b) Búsqueda prioritaria del placer

Si no se busca la felicidad en los afectos ni en lo intelectual, sólo le queda al hombre adoptar una actitud consumista y superficial asociada a la búsqueda de la comodidad y del placer. La búsqueda del placer no presenta ningún tipo de limitación ética por cuanto deja de lado cualquier tipo de vínculo afectivo.

Ante la ausencia de un sentido de la vida, asociado al vacío existencial, existe una necesidad de evasión de la realidad, la que conduce frecuentemente al consumismo, a la diversión desmedida y al consumo de alcohol y drogas.

Las sociedades actuales buscan soluciones económicas a los problemas éticos, siendo que éstos provienen, en primera instancia, de tener una información bastante distorsionada de la realidad. Incluso si nos pusiéramos de acuerdo en que la solución de los problemas sociales se debe dar desde la educación y lo ético, deberíamos convencer a la mayoría respecto a la existencia del Bien y de la verdad, como aspectos objetivos inherentes a la realidad.


DEBERES Y DERECHOS

“Lo que antes se hubiera considerado como un beneficio de la suerte que inspiraba humilde gratitud hacia el destino, se convirtió en un derecho que no se agradece, sino que se exige” José Ortega y Gasset (“La rebelión de las masas”)

Si bien resulta poco grato contemplar, o imaginarse, el despotismo en adolescentes que heredaron una sólida posición económica, peor aún, por la cantidad involucrada, es la actitud déspota en adolescentes que no poseen tal nivel económico. Y ello se debe a que la sociedad inculca el reclamo por los derechos, de cualquier tipo, mientras que poco se habla de los deberes respectivos.

Incluso cuando los derechos de los menores incluyen la no imputabilidad por delitos cometidos (que a veces involucra asesinatos) podemos decir que las leyes promueven la delincuencia, siendo el propio menor el más perjudicado por cuanto se lo está marginando de la sociedad, aún cuando se busque (o se declame) lo contrario.

La actitud que están adoptando los adolescentes en las escuelas, tal la del “noble déspota”, amparado por las leyes y acreedor de todos los derechos, es algo grotesco. Eliminando sanciones ante todo tipo de faltas cometidas, sólo se logra desadaptarlos al mundo real y la sociedad, llevándolos a actitudes cercanas a las del delincuente juvenil. Justamente, mientras que desde la escuela se los va habituando a cometer atropellos sin ser castigados, las leyes destinadas a los menores confirman cierta continuidad para encauzarlos por el camino del delito.


MEDIOS Y FINES

“Los buenos fines sólo pueden ser logrados usando medios adecuados. El fin no puede justificar los medios, por la sencilla y clara razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines obtenidos” Aldous Huxley (“El fin y los medios”)

Se considera que el comportamiento ético individual deriva de tres causas principales:

a) Previa existencia de intenciones
b) Acatamiento a las normas sociales
c) Conocimiento de las consecuencias de nuestros actos.

Es esencial el conocimiento de los efectos que ocasionará cada una de nuestras acciones, ya que la formación de las normas de conducta sociales provendrá, en última instancia, de tal conocimiento. De ahí que quedan las intenciones como la primera causal de nuestra conducta.

Es prioritaria la buena intencionalidad de nuestras acciones, por cuanto implicará la existencia de una tendencia que, en la mayoría de los casos, producirá buenos resultados. Por el contrario, el acatamiento a normas éticas que tienen un contenido puramente racional, es posible que no siempre produzca buenos resultados, excepto cuando ayudan a despertar en el individuo una buena intencionalidad.

Si vemos que alguien comete errores, pero sabemos que se trata de una persona bien intencionada, tendremos la predisposición a perdonarlo y a minimizar esos errores. Por el contrario, si sabemos que alguien tiende a ser mal intencionado, es posible que, incluso aquellas acciones positivas realizadas, puedan ser interpretadas negativamente, o al menos tendremos esa predisposición.

La finalidad de nuestras acciones lleva implícita cierta intencionalidad, por lo que valorar intenciones implica valorar finalidades. Recordemos que el bien y el mal derivan de aquello que favorece, o bien que impide, el logro de cierta finalidad, por lo que es la finalidad lo esencial de nuestras acciones.

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